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M i r e s id e n c ia e n A d í , a n t ig u a c a p it a l d e l a P r o v e n z a 1 6 3 sobre los santos Padres de la Iglesia hispana y otros escritos. Prediqué varias veces en francés. E s in d u d ab le qu e lo s C a p u c h in o s de la P ro v in c ia de L ión , p revenidos con tra mí por el P rocu rado r General que pertenecía a la misma Provincia, depusieron sus prevenciones persuad idos de que no ten ían fundam en to ; que muy p ro n to me re sp e ta ro n m ucho y acabaron po r quererme y respetarme. Su deseo era que me afiliara a su Provincia y me consta que a alguno de los padres de Provincia se le había ocurrido trabajar para hacerme P rocu rado r General, caso que ese elevado cargo quedara vacante. Bien se comprende po r lo que llevo expuesto que esa ten ta tiva habría sido inútil. E ra moralmente imposible que yo llegara a tener cargo alguno importan te en la Orden; mucho era me dejaran vivir en paz y, debo consignar aquí, que los cinco años largos que residí en Aix fueron los más felices que hasta entonces había tenido. No me resolví a afiliarme a la Provincia de Lión, ya porque no quise consumar mi expatriación y destierro, ya porque estábamos todavía entonces bajo la opresión de los decretos de Julio Ferry y todos los días se amenazaba a las O rdenes relig iosas con la expulsión completa, expulsión que vino, aunque algo más tarde de lo que parecía. Y entonces ¿a dónde iba yo a parar? Mi deseo era ir a los Estados Unidos con los Capuchinos alemanes que nos acogieron en 1872, conforme queda explicado en el Capítulo III, ya para estar más lejos de mis enemigos, ya porque estaba persuadido de que allí sería más útil. Las gestiones que practiqué para realizar mi deseo no dieron el resultado apetecido por la oposición que hizo la Curia Generalicia Yo seguí orando mucho a Dios encaminara mis pasos hacia donde fuera su divina voluntad. Un día, a las seis de una mañana de enero, iba yo a decir misa al orfanato de Ntra. Sra., y en la rampa de la carrera de la Sma Trinidad, mientras oraba, se me ocurrió: España, como si alguien pronunciara esta palabra en mi interior, o alguien me inspirara esta idea que jamás se me había ocurrido. Me impresionó vivamente, porque no

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