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1 5 8 C a p ít u lo X Tanto para quitarles el hábito, le decía yo, como para suprimirlos, se necesita una au torización especialísima de la Santa Sede, autorización muy difícil llegue a conceder. Se le ocu rrió también recoge r tod as las partidas de Bautismo, Confirmación, Ordenes y demás documentos de todos los religiosos y arch iv a rlo s en un conv en to . Le hice v e r que e sto ten ía muchos inconvenientes y ninguna ventaja. Se le ocurrió encerrar a todos los religiosos viejos en uno o dos conventos. Le hice observar que esto no podía en manera alguna ser grato al clero y pueblo de los lugares donde estuvieran reconcentrados los religiosos inútiles y que, no pudiendo ser auxiliares del clero ni útiles a los pueblos, era de temer no contribuyeran éstos con sus limosnas al sostenimiento de los conventos de inválidos. Repuso él que podían ser sosten idos con cuo tas de los demás conven tos. Repliqué que esa concentración sería siempre molesta y costosa. Quiso implantar la manifestación ob ligato ria de la conciencia. Se lo desaconsejé también. En primer lugar po rque la au toridad humana no puede imponerla. Si D ios no hubiera hecho obligatoria la confesión sacramental, no habría podido ser instituida. En segundo lugar, porque esta manifestación no es necesaria para el gob ierno de los hombres y hasta e stá severam en te p roh ib ido , p a ra dicho fin, el serv irse del co n o c im ie n to de las c o s a s h ab ido p o r m ed io de la co n fe s ió n sacramental. En tercer lugar, porque no pudiendo ser obligatoria, cada uno dirá lo que quiera; aun en la confesión sacramental hay ciertas cosas que no se declaran por obligación, sino sólo por devoción. Y que en cuarto lugar, la manifestación de las conciencias con carácter obligatorio estaba ya condenada po r la Iglesia y que, a mi juicio, no tardaría mucho en ser abso lu tam en te prohibida aun cuando se dijera que no se practicaba sino como cosa libre. Quería que todo s los superiores fueran amovibles a voluntad. Eso de trien ios y sexenios no le gustaba ni chispa. Su ideal era que, para él, no hubiera secreto alguno; que la conciencia de todo religioso

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