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E l P. L l e v a n e r a s , P r o v in c ia l ú n ic o d e E sp a ñ a 1 5 5 de Cortona, le encargaba mucho que en todas las cosas procediera de acuerdo con los Definidores y que, sin su asentimiento, no hiciera nada importante. Conmigo no insistió más sobre el particular, pero no hay duda que esa funesta idea la propagó entre sus fieles adictos. Con motivo del Capítulo General, el P. Exuperio de Prats de Mollo, ex P ro cu rad o r General, p re sen tó a Roma al P Jo sé Calasanz de L levaneras y lo recom endó mucho a los Pad res. A Roma acud ió también su hermano Joaquín, ofreció p resta rse de buena gana a la supresión del Com isariato o, más bien, a la sup resión de la disciplina establecida por la Bula “Inter graviores” para los Regulares de España; Joaquín de L levaneras fue adm itido en el Cap ítu lo General y tuvo en él voz y voto. Las elecciones fueron dirigidas po r el P. Bruno de Vinay, P ro c u ra d o r G en e ra l, a fa v o r del P B e rn a rd o de A nd e rm a tt en recompensa de lo bien que se po rtó en Suiza con los Capuchinos expulsados de Francia en virtud de los dec re to s de Julio Ferry. Ésta es la causa de la p repo tencia que tenía el P ro cu rado r General sobre el M inistro General. En Roma, pues, se vieron los dos hermanos Joaquín y José Calasanz de Llevaneras y concerta ron la conduc ta que habían de seguir en adelante para el logro de sus deseos. Todas estas cosas tuv ieron lugar sin que los Capuch inos de E spaña se en terasen . Joaqu ín volvió a España amasado ya el pastel que, a su tiempo, había de salir a luz y José quedó en Roma ocupado en las cosas que le confiaron. Po r su laboriosidad y competencia y, sob re todo , po r la adulación y la lisonja a los mayores, de lo cual fue siempre muy devo to , se fue gran jeando la confianza y el aprecio de la Curia Generalicia. Para todas las cosas relativas a E spaña, José C a lasanz lo era todo y, claro es que su influencia era toda para su hermano Joaquín. Éste ten ía en aquél un perpetuo defensor. El hermano lo defendía, lo guiaba y le comunicaba todo cuanto se escribía en pro y en con tra de él. Joaquín po r su parte no ce sab a de g ran je a rs e el a fe c to de la C u ria G en e ra lic ia con espléndidos donativos y p rod igando en abundancia el incienso que nunca e sca tim an los am b ic io so s. Los do s h e rm ano s ca rn a le s se

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