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1 5 4 C a p ít u l o X fuera a Antequera para dar los ejercicios espirituales a las Hermanas Terciarias por él fundadas y volviera, después, a Antequera. P robado queda que el inciden te del P. Bernabé levantó una gran marejada. Si, como dice el Com isario General, el P. Bernabé faltó a la obediencia debida a las ó rdenes de los Superiores mayores, a la misma faltó también el Provincial Joaqu ín de L levaneras. Hemos leído lo que decía a aquél, pero ignoramos lo que dijeron a éste. Sólo sabemos que le preguntaron y que no contestaba. Perdóneme Dios y perdónenme los hombres si soy mal pensado Dudo de la sinceridad de las cartas de Roma al P. Bernabé. El P. Joaquín de Llevaneras me dijo en la famosa ta rd e de 1885: “Puedo hacer lo que me da la gana; en Roma yo solo soy creído; estoy en terado de todo lo que se escribe a Roma con tra mí; todo me lo comunican y me dicen: de esto y esto te has de defender” . Ya se ha visto y se seguirá viendo cómo los acontecimientos prueban la verdad de tan g raves palabras. Los PP. Joaquín y José Calasanz de Llevaneras eran hermanos camales. Joaquín nació cuatro y cinco años antes que José, pero José se hizo capuchino unos tres años antes que Joaquín. Joaquín no tiene estudios de ninguna clase y es de pocos alcances intelectuales; José es de mayor capacidad sin ser por eso un hombre extraordinario. Ambos hermanos son de mucha ambición. José Calasanz no quiso venir a España, prefirió seguir con los franceses de la Provincia de Tolosa, a pesar de las instancias que se le hicieron para que viniera a España. En cuanto su hermano Joaquín fue hecho Comisario Apostólico procuró apoderarse de él y gobernarlo desde Francia. Al principio Joaquín se resistió, mas al fin cedió a las instancias de su hermano José y la influencia de éste sobre aquél no tardó en notarse. Tengo para mí, como cosa moralmente cierta, que José Calasanz fue quien sugirió a Joaquín la idea de que los dos Definidores, Camilo de Cirauqui y Bernabé de Astorga, no eran sino meros Consiliarios, sin autoridad de ninguna clase y, ésta es precisamente la idea que engendró la discordia entre el Comisario Apostólico y los Definidores. A mí me la propuso y me la quiso persuadir. Yo le contesté que se atuviera a la carta que yo había traído de Roma, en la cual el Ministro General, Fr. Egidio

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