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1 4 4 C a p ít u l o X en con tra cuando le han tra tado como lo tra tan ” . Es moralmente cierto, po r lo que expuesto está más arriba, que el P. Vicente de Tafalla fue el acusador. Me consta que estaba persuad ido de que mi destitución y expulsión eran efecto de la acusación que había hecho con tra mí y, delan te de mí mismo, se g loriaba de su triunfo. No tengo noticia que los Superiores se tomaran la molestia de atajar los rumores que contra mi o rto d o x ia co rrían e n tre los fra iles, a p e sa r de haberm e sido favo rab les tod as las informaciones. ¿Es esto ser benévolo con un hombre? Demos por cosa cierta que fuera acusado de ser liberal. ¿Es ésta una acusación baladí? ¿Ignora la Curia Generalicia la g ravedad que en traña esta acusación? ¿Ignora la trascendencia que puede ten e r en la suerte de un sacerdote? ¿Qué se hizo para salvar mi honra? Absolutamente nada; pero para perderla lo hicieron todo . En tiendo yo que, si la Curia Generalicia me hubiera querido bien y hubiera querido ser ju s ta conm igo, justa , nada más que ju s ta , me h u b ie ra d ich o : “ H a s s ido a c u s a d o de tal c o s a . Las investigaciones hechas te son favorables, pero conviene te po rtes de ésta y de la o tra manera para no dar pie a que nadie sospeche de ti” . ¿Qué inconven ien te había en ob rar de esta manera? Pero el mutismo, la impenetrable reserva en que se encerraron tan to la Curia Generalicia como la Provincial, me hicieron creer que se me quería mal. Persuadido de esto , irritado o indignado de este para mí tan inicuo proceder, escribía al Procu rado r General: Creo que tenéis el propósito deliberado de perderme y, po r esto, no quiero continuar bajo vuestra autoridad. Lejos de mí quejarme de la Divina Providencia: acato sus designios, adoro sus consejos. Sé que son justos y santos todos sus caminos y que no quiere la muerte del pecador sino su conversión y salvación. Sé que permite las adversidades de los hombres ya para castigar sus pecados, ya para probar su virtud, ya para ambas cosas a un tiempo. De lo que yo me quejo es de las injusticias de los hombres. Cuando un súbdito se extravía y los superiores quieren salvarlo principian por amonestarlo, por corregirlo de manera que se venga en conocimiento del pecado y se enmiende la culpa. Hay corrección fraterna, paterna, pastoral y judicial. Dios ha
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