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1 4 2 C a p ít u l o X G ravadas quedaron en mi co razón ; no las he olvidado; no las olvidaré jamás. Se quiso dar co lor de justicia y apariencias de ju sto castigo a lo que no era sino una inicua venganza. Si yo hubiera sido un miserable adu lado r de los Superiores, si yo hubiera comprado la impunidad remitiendo a los Superiores el dinero que se invertía en las necesidades del convento, como hacían algunos Superiores locales, y como lo hacía el mismo P. Joaqu ín de L levaneras, no me habría pasado nada; no habría sido liberal, ni me habría faltado v irtud para desempeñar todos los cargos. Pero yo no mandaba dinero a la Curia Generalicia, no m andaba d inero al Com isario Joaqu ín de L levaneras, no incensaba a los grandes (ni a los pequeños tam poco), por eso me hicieron todo el daño posible exp lo tando con tra mí una acusación cuya falsedad les constaba como se ve po r las cartas ya citadas más arriba. La despedida que me hicieron los frailes de Pamplona, excepto, como es natural, los PP Vicente de Tafalla, Fermín de Centellas, Francisco Javier de Arenys de Mar y Joaquín de Llevaneras, fue en extremo conmovedora. Yo no he visto cosa semejante en tales casos en ningún convento, jamás se me había ocurrido pudieran tenerme tanto afecto. Pero estaba en su conciencia que era víctima de una inicua venganza y, a la vista de los mismos verdugos, quisieron honrarme de la mejor manera que pudieron. El mismo afecto y aprecio me tienen los habitantes de Pamplona, así eclesiásticos como seculares. El Auditor, Dn. José Sánchez del Águila, que estaba en Ceuta cuando vino Alfonso XIII por vez primera en 1904, casado con una hija del Conde de Guenduláin y el mismo actual Conde que vino con el Rey, me decían: le recuerdan a V. todavía mucho en Pamplona. Lo mismo me decía un eclesiástico castrense en 1899 y, el año pasado mismo, en Barcelona una mujer ya anciana que estaba de criada en una casa de Pamplona cuando yo residía allí. En el mismo Pamp lona escribí a Roma pidiendo mi secularización de modo que a la misma hora que salía yo desterrado para Sanlúcar de Barrameda salía la ca rta para Roma: fue depositada en el mismo buzón del tren po r uno de los frailes que me acompañaron a la estación. No estaba acobardado , sino indignado, irritado. El Procurador General
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