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D e p o sic ió n d e l P. L l e r e n a y n o m b r a m ie n t o d e l P. L le v a n e r a s 1 3 5 volvió a Pamplona, procedente de Arenys de Mar, el P. Joaquín de Llevaneras, ya ex-Comisario Apostólico y hecho Ministro Provincial único de toda España abolidas las antiguas provincias. Y vino con el P Vicente de Tafalla y el P. Fermín de Centellas; no recuerdo si vino otro; pero me parece vino también el P. Francisco Javier de Arenys de Mar. Vinieron con aires de triunfadores y como si hubieran tomado el convento por asalto. El P. Vicente de Tafalla se gloriaba públicamente de haber sido él quien me había fastidiado a mí. “Yo, yo; yo he sido quien ha amolado al P. Igualada” , decía en alta voz y sin rebozo. Y a mí mismo me dijo: “El tiro le viene de más arriba” . Esto es, el tiro venía de la Curia Generalicia. “A mí no se me ha dicho nada; nada se me ha preguntado, de nada se me ha corregido”, le contesté. Se quedó perplejo y repuso: “Esto más tiene a su favor” . Este relato es historia pura. De esto infiero yo que el P. Vicente de Tafalla fue el que se presentó al Sr. Obispo de Pamplona acusándome de liberal a fines de 1883 o principios de 1884 y que, en vista de que la acusación no había dado resultado alguno, desde Arenys de Mar escribió a la Curia Generalicia acusándome de liberal. Como es natural la Curia la tom ó en cuen ta, hizo sus investigaciones; uno de los preguntados fue el entonces todavía Comisario Fr. Joaquín de Llevaneras. En el curso de aquel mismo año de 1884, según ya tengo dicho más arriba, me escribió diciéndome: “Ha sido V. C acusado a Roma (no decía de qué) y yo le he defendido” . En abril de 1885, en una de las cartas que me escribió, toda ella de su puño y letra, el Procurador General me decía: “Cuando en cierta ocasión fuiste acusado, tampoco dice de qué, se hicieron investigaciones y todas, unánimemente, conspiraban a tu favor: uno de los preguntados fue el P Joaquín de Llevaneras” . Sin embargo, a pesar de todo, el P Vicente de Tafalla fue llevado en triunfo a Pamplona, y a mi misma presencia se gloriaba de su victoria. Es cierto que Fr. Joaquín de Llevaneras, según afirmó él y el Procurador General, me defend ió y que n inguno de los p regun tado s me fue desfavorable; pero también es cierto que en marzo de 1885, todo se hizo de manera que acreditara la acusación de verdadera, quedara yo oprimido

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