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1 3 4 C a p ít u l o I X días, ya después, dio al Provincial y éste al Guardián del conven to de Aix, instrucciones sobre mí y severas ó rdenes de vigilarme mucho. Y como estas cosas se van p ropagando en confianza, al cabo de algún tiempo son muchos los que las saben y, entre tan tos, siempre hay alguno que suelta alguna palabra, alguna frase, que, para quien está al co rrien te de las cosas es una revelación. Y esto es lo que me pasó a mí en los cinco años largos que residí en Aix. En aquel mismo día, m ientras íbamos a la estación, me dijo también pa rándose y fijando en mí su mirada: “Aunque algo tarde ya, todavía está V. a tiempo, porque todo está en mi mano” Comprendí entonces lo que quería decir, pero no le hice caso. Para entonces estaba ya hecho el pastel, todav ía se estaban nombrando los nuevos superiores y yo habría sido uno de ellos, si hubiera hecho un acto de formal adhesión a la conduc ta del todav ía Com isario y que, den tro pocos días, sería Provincial único. Gracias a D ios nunca he tenido deseos de mandar y he sido bastan te independ ien te para no vender jam ás mi conciencia. No hice caso de aquella ten tado ra palabra y no me pesa y, menos me pesará en el tribunal de Dios. Como ya tengo dicho y repetido, al día siguiente, escribí al Ministro General y, a más de las cosas ya indicadas, le decía que no se fiara de relatos de unos y otros y que viniera él mismo a España para saber lo que pasaba y que, después, no antes, tomara las providencias oportunas para remediar los males que nos afligían Contestó a esta carta en muy buenos términos, se lamentaba y reprobaba los desórdenes denunciados y que, por aquel entonces, ni podía venir él ni mandar a nadie que hiciera la Visita canónica. Esta carta del Ministro General la leyó el Sr. Obispo de Pamplona delante de mí, porque yo se la di. Habiéndome dicho el Comisario que yo había sido acusado de liberal por dicho Sr. Obispo, quería que supiera lo que me contestaba el Ministro General y, por lo que me contestaba, lo que yo había escrito. Unos treinta o cuarenta días después, a mediados de marzo de 1885,

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