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128 C a pítulo IX No recuerdo en qué año, pero me parece fue en 1883, se reunieron en Valencia el Comisario y los Definidores. Éstos, muy unidos siempre, le hicieron muchos cargos de los que se disculpó, más o menos, como pudo y quisieron atarle corto. Se separaron de mala manera y no volvieron a juntarse más. Desde entonces se formalizaron dos partidos: el del Comisario y el de los Definidores. Desde entonces el Comisario ya no pensó más que en sostenerse, mejor dicho, perpetuarse en el mando y, con es te fin, c r e a r s e un p a r t i d o que le fue ra incondicionalmente adicto. Creó una especie de policía secreta, un espionaje organizado en todos los conventos; aun entre los novicios tenían confidentes. Para asegurarse bien de su lealtad, los sometía a toda suerte de pruebas: amenazas, promesas, favores, desaires, etc., etc., hasta asegurarse bien de que podía contar con él. Con los espías estaba en continua correspondencia; sus informes eran los únicos fidedignos y, por ellos, se regía todo el gobierno. Sabido es que los espías no suelen ser los mejores religiosos. El deseo de halagar al Comisario y granjearse su confianza y sus favores hacía de ellos con frecuencia difamadores y calumniadores. Siempre a caza de noticias, se cuidaban más de saber lo qué se decía del Comisario y quién lo decía, que de cumplir bien sus obligaciones de buen religioso. A todos vigilaban con una curiosidad malsana Tocar a sus espías era tocarle al Comisario la niña de sus ojos y, seguros de la impunidad, tenían atrevimientos incompatibles con la disciplina religiosa. Los Superiores locales no estaban seguros en sus puestos si no tenían a su favor la policía secreta y, hasta la profesión, tanto de votos simples como de votos solemnes, estaban con frecuencia a merced del espionaje. Los religiosos no se fiaban unos de otros y entre los mismos espías reinaba la desconfianza, porque ni se conocían todos unos a otros, ni había en ellos uniformidad de miras. Había entre ellos rivalidades y se desarrolló entre ellos la ambición y la envidia. Todos aspiraban a los mejores puestos en el corazón del Comisario y en los cargos. El Comisario a su vez practicaba sin miedo alguno la odiosa máxima de divide y vencerás.

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