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C a p í t u l o IX DEPOSICIÓN DEL P. LLERENA Y NOMBRAMIENTO DEL P. LLEVANERAS Lo que el P Reus dijo en Roma no se sabe, sino por los sucesos: el P. Llerena fue ignominiosamente depuesto sin ser oído; en su lugar fue elegido el P. Joaquín de Llevaneras. ¿Quién era este religioso? Entró de novicio a fines de 1872 en Guatemala, a la edad de unos 21 o 22 años; no se distinguía de los demás por la eminencia de sus virtudes, ni por sus conocimientos: no había estudiado nada, ni filosofía, ni teología dogmática, ni teología moral, ni otra facultad alguna; ya hemos referido lo que hizo en Ibarra (Ecuador), indicado queda lo que ambos hicieron en Sanlúcar de Barrameda. Como no había en él ningún mérito particular, su elevación al Comisariato Apostólico causó en todos una gran sorpresa. Se le dieron dos Definidores: el P. Camilo de Cirauqui y Be rnabé de Astorga ¿Quisieron conciliar así y contentar a los tres grupos de religiosos que componían la casi totalidad de la restauración? El nombramiento del P. Camilo de Cirauqui podía contentar a los frailes procedentes de la exclaustración; el del P. Bernabé de Astorga podía contentar a los procedentes de Bayona; pero el del P. Joaquín de Llevaneras no podía satisfacer a los procedentes de Guatemala: éstos eran, precisamente, los que mejor conocían la nulidad del P. Llevaneras. De haber sido ésta la intención que presidió a la formación del nuevo gobierno, en lugar del P Joaquín de Llevaneras podían haber elegido al P Segismundo de Mataró, al P. Leonardo de Gerona u otro que, cuando menos, hubiese tenido sobre el P. Llevaneras la ventaja de mayor edad en los años, en el hábito, en el sacerdocio. Para representar el grupo de los que podríamos llamar Americanos, podían y debían haber elegido otro religioso de mayor y mejor representación. Cada uno de

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