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12 M ariano I báñez en los últimos días demayo de 1879, conotros dos hermanos de aquella comunidad, regresarse. Amediadosdejuliodeestemismo año sedirigen aGuayaquil y de aquí a Panamá, en donde embarcan rumbo a España, llegando a Barcelona el 22 de julio. Pocos días estuvo en esta ciudad, pues yael 5de agosto se encuentraenPamplona, cuyo antiguo convento había sido recientemente ya recuperado, integrándose en lacomunidad. Conforme iban quedando abolidas en España las leyes que, en los años 1835/36, habíanobligados alas órdenes religiosas aabandonar sus conventos, ya a partir de la década de los setenta de aquel siglo XIX, poco apoco todas estas instituciones fueron tratando establecerse en la nación y reorganizarse. A los capuchinos españoles, enmarzo de 1877, lo encontramos ya en su convento deAntequera, provincia de Málaga. No fueron fáciles, a pesar de todo, esta instauración en toda la nación. Llevó consigo ciertas dificultades que surgieronde laprocedenciade los distintos grupos de capuchinos que lainiciaron. Éstos arrancabandetres distintas agrupaciones: una, la de aquellos que se habían formados y vividos en el convento francés de Bayona, otra, la de los venidos de Guatemalay, finalmente, laotraconstituidaportodos aquellos que, al no haber querido expatriarse, habían permanecidos aquí durante todos los años de la exclaustración. Consecuentemente es lógico se diesen entre estos varios grupos diversas mentalidades en lainterpretaciónde lavida religiosa y costumbres y se produjera cierto choque entre ellos. No es extraño, pues, que, al quererlos por necesidad reagruparlos de forma indistinta en las fraternidades que se hacían y creaban, en algunas ocasiones, constituyesenycreasentambién, dadas esasmismas diversas sensibilidades, fuertes dificultades. El primer caso dado, que claramente reflejaesa situación, se tiene cuando, algunos lo consideraroncomo una conjuración, se quiso deponer al nombrado, en 1872 por la Santa Sede, Comisario Apostólico de los capuchinos españoles, José de Llerena. Pretextabanque eranmuchas sus largas ausencias de España y estancia en Roma, favorecer mantener la especial situación creada para los religiosos españoles en labula Inter graviores, promulgada por el papa Pío VII, con fecha 15 de mayo de 1804. De acuerdo con la misma, el

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