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110 C a p ít u lo VI de los fondos públicos, ni de que a costa de la hacienda nacional se hayan improvisado fortunas considerables. Las insurrecciones contra los Gobernantes y las luchas civiles, que tan frecuentes han sido en la América española, no han sido obra de la Iglesia católica, ni tampoco la guerra de razas que tantos estragos ha causado en algunos de sus Estados. Esos vicios, esos males jamás habrían existido si la doctrina de la Iglesia hubiera sido practicada siempre. No engaña el que ha dicho: “Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia, y los bienes temporales se os darán por añadidura” . Pero los hombres malos quieren los bienes de la tierra, mas no los del cielo y, a la corta o a la larga, se quedan sin unos y sin otros. Los socialistas, los anarquistas, los nihilistas, los ácratas proceden del descreimiento de las sociedades modernas y son los instrumentos de que se valdrá la justicia divina para castigar la apostasía y el orgullo de los pueblos que, engreídos de sus progresos materiales, se han sublevado contra la autoridad de Dios.

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