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108 C apítulo V I No hay civilización verdadera, no hay verdadero progreso, ni verdadera libertad, igualdad y fraternidad sin moral cristiana, sin la guarda de todos los mandamientos de Dios, de todos sin excepción, así de los que versan sobre la fe, como de los que tocan a la esperanza y a la caridad. Esta es la justicia que conserva a los hombres en buena y laudable concordia, en paz verdadera; ésta es la justicia que hace grandes y felices a las naciones. De esta justicia son la más elevada expresión las Ordenes monásticas por razón de sus votos, del espíritu de sus inmortales fundadores y de las sapientísimas leyes y santas costumbres por las que se rigen. Por eso son poderosísimos auxiliares de la Iglesia en toda obra buena, sus pies y sus manos. Eso es también lo que en el Clero monástico aborrece el partido liberal. No odia en el fraile su decadencia moral, su degeneración, su abatimiento espiritual, no, al contrario, esa abyección le agrada; lo que detesta en el Clero, especialmente en el regular, son las virtudes que le hacen digno hijo de los insignes y santísimos varones que lo fundaron y, por las cuales, tiene un lugar preeminente en la civilización del linaje humano. ¡Cuán necesario es que en cada uno de los Estados hispano-americanos haya un Dn. Crescencio Carrillo y Ancona que haga la historia de los trabajos apostólicos del Clero monástico en su respectivo país como ha hecho este escritor en orden al Yucatán! Mucho nos agradaría ampliar el discurso que en 1892, con motivo del cuarto centenario del descubrimiento de América, publicó en dicho año el que esto escribe sobre los trabajos de la Orden franciscana en el nuevo Mundo durante el siglo XVI; pero no nos es posible tan grata tarea por no tener a nuestra disposición los monumentos históricos que para ellos se necesitan. ¡Ojalá haya quien los tenga y pueda y quiera escribir una obra que aún no existe, o no sabemos que exista!. La historia de estos trabajos sería una hermosa e irrefragable apología del Clero monástico, apología que no está de sobra en unos tiempos en que es objeto de tantas calumnias y persecuciones. No se quejen, no se quejen de su atraso los hispano-americanos. Si en su inmenso territorio tienen todavía indios salvajes, indios bárbaros e indios semibárbaros; si las razas mestizas están todavía a medio

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