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6 3 2 - L a P rovincia C apuchina de N avarra -C antabria - A ragón El trabajo de una de las compañías de investigación petrolera, la CGG, en el área sur al Ñapo, a la altura de Añango, con un campamento base situado en Pañacocha, precisamente en el armazón de cemento que la misión había construido en sus comienzos como estructura nunca finalizada de un internado indígena, comenzó a experimentar en el mes dejulio del 76 el acoso de un grupo huaorani a sus campamentos en la selva. Esta fue la oportunidad para que al padre Alejandro, que vivía en aquel entonces como simple misionero en Nuevo Rocafuerte, se le ofreciera la oportunidad de contactar con esta minoría étnica. La historia de estos primeros contactos, llena de calor humano y de mística misionera, ha sido maravillosamente descrita en Crónicas huaorani, que recoge las narraciones de un largo proceso de relaciones mutuas correspondientes a los cuatro primeros años (1976-1980). De ellas escribirá Rufino María Grández: “Esta es la Crónica de un apasionado de Jesucristo que en la selva busca las semillas del Verbo, que tiene que afrontar experiencias inéditas o casi inéditas, que da sus soluciones y que con franqueza y humildad abre su conciencia en plan de búsqueda y diálogo. Aparte de otras cosas, estos relatos unidos forman un extraordinario libro de misionología” (RG, Arriesgar la vida por el Evangelio, 132). En esta entrega a la minoría huaorani participaron junto a Mons. Alejandro Labaca otros capuchinos: José Miguel Goldáraz, Manuel Amunárriz, Enrique Marco, Juan Santos Ortiz de Villalba, quien dejaría, con el título de Los últimos huaorani (Cicame, 1980), la historia de la relación entre el mundo huaorani y la misión. Otros misioneros y misioneras han continuado este trabajo, nunca interrumpido, ni en los momentos más duros de lamuerte violenta de Mons. Alejandro Labaca, junto a la Hna. Inés Arango, el 21 de julio del 87, de manos de uno de los subgrupos huaorani más aislados, los Tagaeri. Gracias a todos ellos, a su constante trabajo y a su enorme paciencia y tacto diplomático, hoy los huaorani forman una de las etnias que ha aprendido a convivir y a quienes se les ha reconocido
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