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C apítulo III. L a v id a d e l a s f r a t e r n i d a d e s - 369 octubre) el párroco del pueblo escribe una carta al superiorprovincial, muy agradecido por el bien espiritual que los capuchinos han brindado al pueblo y por haber podido compartir con ellos su vida de fe de una forma animada e ilusionada y, al mismo tiempo, muy dolido porque laprovincia capuchinano había apoyado esta fraternidad rural. “ Lo siento amargamente” ; terminaba reiterando su oferta de Falces a los capuchinos. Al final de su testimonio Fidel Aizpurúa da una valoración final que transcribimos como cronista en los párrafos siguientes: - Falces quiso ser siempre una iniciativa de ungrupo de hermanos pero dentro del conjunto de la vida de la provincia. Creemos que ésta no terminó de entender este tipo de posibilidad. - Fue fecundo el camino orante allí elaborado y una de las aportaciones más válidas a nuestra vida franciscana. - La presencia capuchina se entendió en el pueblo y en la parroquia de Falces. Siempre nos acogieron y nos apoyaron. Los sacerdotes fueron realmente hermanos creyentes y soportes en nuestra dificultad. - La sencillez y agilidad del estilo de vida, la facilidad para el diálogo, la posibilidad de acoger a todo el mundo teniendo siempre abierta la puerta de casa fueron elementos de una vida a los que ya nunca quisimos renunciar. - Muchos han considerado esta experiencia (nunca utilizamos nosotros ese término porque nunca consideramos esta fraternidad como una experiencia sino como un camino de vida) como un fracaso. A veces nosotros mismos hemos estado tentados de hacerlo así. Sin embargo allí se vivió mucho, se oró mucho, se trabajó mucho, se acogió mucho y, en definitiva, se amó mucho. Y donde hay amor, no hay fracaso.

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