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C apítulo III. L a vida de las fraternidades - 337 a través de la asociación de vecinos, sin descartar el compromiso político y acciones sociales bien duras. Por ejemplo, cuando Jesús Diez, obrero y enlace, caminó en solitario por la Gran Vía de Bilbao durante veinte minutos con una pancarta en pecho y espalda a modo de escapulario proclamando unas reivindicaciones. Gesto de enorme valentía que -según comentaba- por la tensión producida le quitó el sueño por la noche. La riqueza de vida e ilusión que supuso esta fraternidad en aquella ebullición pujante que supuso el Concilio y los proyectos que siguieron al mismo, hoy no estamos en condiciones de recuperarla. No ha quedado ninguno de sus protagonistas para narramos sus peripecias. Y es más que evidente que la historia de una fraternidad no puede ser la historia de un desastre. Quede esto dicho con lealtad y verdad, para releer lo que aquí no está escrito, que quisiéramos contarlo, pero que no tenemos datos a la mano. El distanciamiento ideológico de la marcha de la provincia se fue haciendo más palpable y esa cordialidad de trato que de parte de la Curia provincial se procuró en todo momento, no podía paliar el problema de fondo. Por laevolución de los hechos los hermanos fueron desmarcándose de la institución, retirándose sin ser canónicamente excluidos. Al fin quedó reducida a un solo hermano, que también se desligó de la provincia y fue suprimida jurídicamente por el defínitorio en la constitución de las nuevas familias provinciales el 11 de agosto de 1981. El provincial suplicó (esta es la palabra) que, por cortesía, por hacer las cosas con lealtad y como piden las formas sociales, se firmara alguna declaración manifestando de algún modo que abandonaban la Orden..., pero tampoco eso tenía sentido... Laprovincia remitió entonces a ladiócesis el compromiso parroquial previamente adquirido. Triste final, doloroso para todos, para los que se iban, y para los superiores que, desde su punto de vista, quisieron salvar esta situación.