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C apítulo III. L a vida de las fraternidades - 327 todos: compras, cocina, lavandería, etc. Aún siendo deficientes, sí restamos algunos ceros a la ayuda provincial. En este sentido, por las noches uno de los postulantes preparaba la cena, con la supervisión de Víctor; era una forma de entrar en otra “ escuela” fraterna pensando, sobre todo, que en el futuro nos tocará hacer de todo. Había asuntos más propios del postulantado: formación semanal (al menos dos días por semana) y ciertas visitas a otras fraternidades de la provincia con el fin de conocer otros rostros y otros lugares de presencia capuchina. Participábamos en todos los encuentros provinciales: el misionero en Adoáin, el de convivencia fraterna en mayo, en los de formación... Evidentemente todo esto se ha mantenido mientras ha habido postulantes en la fraternidad; podemos decir que el último trienio ha potenciado más ser una fraternidad de animación franciscana en el ámbito juvenil, con una clara vocación de acogida y una presencia de tarea pastoral como vehículo de conexión e integración en el barrio. La proyección apostólica Si bien en la primera conversación con el Sr. Arzobispo de Zaragoza, éste se negó a dar cura pastoral, en la siguiente entrevista pidió y exigió para su autorización de la presencia capuchina en el barrio, que ésta tomara parte de la labor parroquial. Al comenzar nuestra andadura en el barrio, sólo uno de los hermanos colaboraba como vicario parroquial. Era un planteamiento oportuno y natural: no íbamos al barrio a llevar la responsabilidad de la parroquia y sí a vivir nuestra vida fraterna como hermanos Menores capuchinos. Este planteamiento cambió durante el primer año, ya que el mismo Obispo y aún reconociendo los términos en los que queríamos movernos, nos pidió hacernos cargo de la parroquia ante el inminente nombramiento de D. Joaquín Aguilar, párroco de Valdefierro, como Vicario de Pastoral de la diócesis de Zaragoza.

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