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C apítu lo III. L a v id a de las fraternidades - 191 Huerta y granja Siempre han sido parte integrante del convento y de lavidade la fraternidad. La huerta, como una prolongación imprescindible del edificio, ha ejercido generosamente su función como ámbito de expansión, descanso y relax de los religiosos. Y, al mismo tiempo, haacertadoasuministrarprovisionesdeverduras, hortalizasy frutas para sustento abundante de la fraternidad. Aun hoy día, en su extensión más reducida después de la venta de una parcela, ha seguido proveyendo opíparamente de verduras y hortalizas en todo tiempo y estación. La granja también hasupuesto uncomplemento interesantepara lamanutención de esta fraternidad. Hastano hacemucho todavía se tomaba leche de casa, hasta que se llegó a laconvicción de que, en cifras económicas, no resultaba interesante. Hoy sehabuscado otra fórmula compensadora: se compra unternerito/a, se le va cebando durante unaño y, unavez sacrificado, suministra carne para todo el año, cubriendo gastos de compra y manutención. Nuncafaltaronenestagranjagallinasponedorasquesuministraban huevos suficientes; cerdos, pollos para comer, patos en alguna época, y hasta ovejas en otro período más breve. Sensibilidades de esta fraternidad Hay hechos, acontecimientos que estánreclamando unacrónica, una historia escrita. Pero en lavida real de una fraternidad pueden observarse y vivirse actitudes, comportamientos, a veces simples tics, que delatan unestado de ánimo, situaciones que pueden tener revelación intensa y profunda y que, sin embargo, no se relatan jamás. Por ejemplo, el problema vasco que toda lazona euskaldún y, particularmente esta fraternidad, ha vivido dolorosamente. No se relata nunca, ni se discute en público, ni se aborda en toda su densidad. Solamente en 1981 el hermano Rufino María Grández publicó unos datospara lareflexión con el título "Elasuntovascoen
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