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C apítulo II. S ociografía de la P rovincia - 125 partir del Vaticano II la laicidad y pluralismo de nuestra sociedad motiva una actitud distinta, que podemos traducir por renovación y adaptación de la Iglesia al mensaje evangélico, vivido en la distinta realidad del mundo actual, tan diverso del pasado. A los veinte años de la clausura del Concilio Vaticano II se celebró en Roma el Sínodo Extraordinario de los Obispos, que tuvo lugar del 24 de noviembre al 28 de diciembre de 1985. En el mensaje final se reconoce que la gran mayoría de los católicos han recibido el Concilio Vaticano II con agradecimiento y que son pocos los que le han hecho resistencia. En realidad, la "nueva" eclesiología se ha empeñado en presentar a la Iglesia más como el misterio de Dios por Jesucristo, que como una institución modélica; puede que no lo sea así, en cuanto le falta acomodarse en su organización a esa flexibilidad y agilidad requeridas por los tiempos nuevos. Se ha empeñado también en destacar la llamada de todos a la santidad. Ha puesto de relieve la necesidad de beber en las fuentes de la Escritura, de la Tradición y del Magisterio. La Iglesia ha sufrido y está sufriendo en su cuerpo el desgarramiento de unas relaciones entre el magisterio y los teólogos, a veces insospechado, cuando más era necesaria una situación pacífica, como ayuda a la fiel interpretación y fructuosa aplicación del Concilio. La Iglesia de comunión ha aparecido como meta de una teología y práctica que han apostado, a un mismo tiempo, por la unidad y la pluriformidad, por la colegialidad y la valoración de las distintas conferencias episcopales y también por la participación y corresponsabilidad de todos en la Iglesia. Comunión que quiere ser ecuménica. No conviene dejar en olvido la publicación del vigente Código de Derecho Canónico, realidad lograda en el año 1983, con su influjo en todo este proceso de renovación y adaptación de la Iglesia, de la

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