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Trienio 1969-1972 97 dos inicialmente a la misma, vivieron de momento con los sacerdotes de la zona. Allí fueron aclimatándose y midiendo las posibilidades, tanto para el ministerio, como para el trabajo. Después de varios tanteos, se acordó con la diócesis su instalación definitiva: la curia creaba una pa­ rroquia para el barrio en una bajera propiedad de la misma curia, y los religiosos vivirían en piso adquirido por la orden. La fundación ha conocido diversas pruebas, pero allá se mantiene, signo de nuestra presencia en la gran ciudad, y experiencia de una nueva forma de vida. Por el mismo tiempo surgió la idea de formar una fraternidad de trabajo en la ciudad de Zaragoza. No podemos historiar las idas y venidas de esta iniciativa. Sus comienzos fueron serios. Quedó ubicada en el barrio de Torrero, c. Africa, 9. Pero los fallos de planteamiento aparecieron pronto. Esta pequeña fraternidad merecería un análisis detallado. Arrojaría mucha luz para entender el éxito o el fracaso de ciertas iniciativas, la evolución de los hombres y de las instituciones y la responsabilidad comunitaria cuando una iniciativa termina en el desastre. La fraternidad fue suprimida en julio de 1974. Dejamos en mera referencia diversos intentos de iniciar pequeñas fra­ ternidades, y que no obtuvieron el visto bueno de los superiores: la solicitada por varios religiosos de los conventos de san Antonio y de extramuros; la fraternidad de oración encabezada por un religioso de extramuros; la fraternidad rural de Teruel, para la que no se prestaron mas que cinco religiosos, y todos muy comprometidos en ministerios difícil­ mente reemplazables. En cambio, evolucionó hacia la formación de una fraternidad el aisla­ miento de varios capellanes de emigrantes en Francia. Aceptaron un campo de trabajo más extenso y unido, y ubicaron su residencia en la ciu­ dad de Roubaix, desde donde continúan su difícil tarea con los españoles de aquella zona. Finalizando el trienio, se pidió la creación de una pequeña fraternidad en la llanada del pueblo de Ansoáin, casas de Láinez, no lejos del convento de extramuros. Se veía la necesidad de una presencia activa entre aquel abigarrado complejo, a fin de asimilar a tanta familia, muchas de emigrados de fuera de Navarra. En principio, se aprobó la idea, pero la asistencia se haría desde el próximo convento. Posteriormente la diócesis habilitó una bajera para lugar de culto y la orden colocó en un piso a tres religiosos. También llegaría a buen puerto la iniciativa de una fraterni

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