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96 Capítulo I — Cinco lustros crática de corresponsabilidad; pero debe reconocerse que la provincia acer­ tó en su institución y que ha rendido buenos frutos. 4. Fraternidades nuevas No desaparecieron los indicadores de la renovación estudiados en el trienio precedente. Algunos se recrudecieron; por ejemplo, la actitud de secularidad frente al sacralismo de la vida religiosa tradicional. Pero lentamente fue apareciendo el indicador que polarizó la renovación durante estos años y que aglutinó a los demás. La tendencia a desintegrar la co­ munidad tradicional y a crear otra nueva, distinta hasta en el nombre: la pequeña fraternidad. Aparecía como marco ideal de realización humana y franciscana, y como solución a los graves problemas de la vida religiosa. La tendencia fue adquiriendo las variantes que procedían de distintos países y medios culturales, acomodadas a nuestro temperamento. La provincia no desconoció la iniciativa, aunque en torno a ella surgió uno de los mayores contrastes en el camino de la renovación. Creemos que la primera iniciativa partió de los superiores al sugerir que en el recién terminado convento de Tudela se abriese una comunidad abierta a obreros, estudiantes o empleados, que viviesen en el convento y con quienes se entablase convivencia. Era en agosto de 1969. Quizá se soñaba. En todo caso no habría durado mucho, ya que el inmueble sería ne­ cesario a la provincia para empleo bien diferente. En sentido distinto cris­ talizó la idea del traslado de la curia provincial a un piso de la calle mayor de Burlada. El padre provincial sondeó la postura de los religiosos e incluso sometió la idea a votación en la primera sesión del consejo provincial; éste dio su aprobación. A muchos parecía exagerada la inversión en la compra del piso, equivalente al alojamiento de dos familias. Pero las razones positivas eran muy considerables, sobre todo de cara a la liberación de la comunidad de san Antonio y a la libertad de los religiosos, para acercarse sin inter­ medios a los superiores. Al mismo tiempo, la curia vivía conectada con la pastoral, tomando a su cargo la iglesia de las terciarias capuchinas. Por iniciativa de los superiores se pensó en la pequeña fraternidad de Zorroza (Bilbao), que costó no pocas gestiones. Los dos religiosos, destina

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