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90 Capítulo I — Cinco lustros ves problemas, buenas pistas de solución de los mismos; contratiempos, de los más graves; cierta iniciación de marcha y éxodo por parte de los religiosos insatisfechos y no centrados; casi tan grave, la aparición de un número cada vez mayor de inquietos y desilusionados, que perdían la orientación, el entusiasmo, la confianza en la institución, e incluso en la iglesia. Pero al lado, el grupo de quienes iban superando el cambio, se reafirmaban en su consagración y en su dedicación a los hermanos, los hombres. Trienio poco parecido a un lago en calma, y mucho más a un mar con alta marejada. El trienio terminaba, pero no así los hombres y sus problemas. El trienio acabó no en derrotismo, sino con un despliegue no conocido jamás en la provincia de cara a la preparación del capítulo pro­ vincial: comisiones, consulta general a todos los religiosos, resultados, ponencias y puntos concretos de resolución, para que los estudiaran y votaran los capitulares. Los religiosos trabajaron mucho y bien. Sólo quedó en paz el que se marginó a sí mismo por no meterse en complicaciones; y el desengañado. Gracias a este trabajo, germinaron muchos ideales, muchas ideas y entusiasmos. V III. T r i e n i o 1969-1972 Nos aprestamos a reseñar la novedad de un capítulo complejo, dejada de lado la apreciación sobre su importancia. Además de la comisión que preparó y realizó la consulta a los religiosos, y de las cuatro comisiones preparatorias, que ofrecieron a los capitulares un ingente material de estu­ dio, debemos consignar la fórmula para elegir delegados al capítulo. Por vez primera tuvieron voz activa todos los religiosos profesos solemnes, tanto sacerdotes, como no clérigos. Fueron divididos en tres grupos, por orden de profesión, y se eligieron entre todos a nueve religiosos del primer grupo, ocho del segundo y ocho del tercero. Así se equiparaban los elegidos y los capitulares por derecho. En este primer ensayo ningún no clérigo consiguió los votos suficientes para participar por elección en el capítulo. De ahí que, ya sobre el terreno, y por voluntad del mismo capítulo fueron