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Trienio 1963-1966 65 la predicación. Este hecho inmediato dió pie al padre provincial para dirigir el 4 de octubre de 1964 la carta sobre la liturgia en la provincia, apli­ cándola a nuestras casas de formación, a las comunidades y a nuestro ministerio. También dio pie a la celebración de una asamblea de litur­ gia, en abril de 1965 y en la casa de ejercicios de Burlada, en la que se estudiaron en 17 ponencias los aspectos más vitales. No tuvo tan pronta aplicación el decreto sobre medios de comunicación social, ni toda la im­ presionante doctrina de la segunda etapa del concilio sobre la Iglesia. Y sin embargo, aquí estaban en embrión aspectos determinantes de la reno­ vación y de la desorientación para los últimos lustros. Quizá interesa más por su inmediatez el contexto de la orden y la evolución de la vida religiosa. La celebración del capítulo general en junio de 1964 será siempre una de las referencias esenciales para atisbar el cambio y la renovación. En él se estudiaron y votaron un elenco de 24 cues­ tiones y otras cuatro fuera de serie, que marcarían huella en la vida de los religiosos. Quedaron afectadas muchas austeridades de nuestra legis­ lación, se dio luz verde al uso de aparatos de radio y televisión, aunque bajo el control del superior, se vio necesario el uso de dinero, apareció en germen todo el problema de la fisonomía externa y se caminó hacia la adopción del nombre civil, marginando el impuesto en la profesión. Estas y otras cuestiones herían más o menos nuestra legislación, y los capitu­ lares generales tuvieron que pensar ponerla al día. Así se inició la prepa­ ración de las nuevas constituciones de la orden. En la audiencia concedida por Pablo VI, el Papa alentaría a la aceptación de parroquias, uno de los pasos más importantes de nuestro cambio. Al final el cardenal Antoniutti, presidente del capítulo, hablaría nítidamente sobre la adaptación de la orden a los tiempos nuevos. Era un verdadero reto a la revitalización del es­ píritu evangélico, salvaguarda del espíritu minorítico, revisión del aposto­ lado tradicional, servicio a las empresas de la Iglesia, puesta al día en problemas críticos de los hombres, en métodos de pedagogía y apostolado. El contexto se imponía, y la provincia no era la última de la orden en enfilar las nuevas situaciones. La marcha se erizaba de dificultades. Pero se aprestaba a resolverlas. Primero, en la práctica y conforme se presen­ taban. Pero también, teóricamente, en la plasmación legislativa. Estamos todavía a la vuelta de los acontecimientos. Y sin embargo, muchos religiosos han olvidado quizá el esfuerzo realizado en la provincia

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