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64 Capítulo I — Cinco lustros provincial». El punto de arranque era importante, y debe ser tenido en cuenta para explicar muchas acciones del trienio. El padre provincial visitó rápidamente los conventos y a los religiosos, y el día 26 de julio se leían las tablas de familias en el convento de San Antonio. Además de la juventud de los superiores locales, sin exclusión de otras edades, llamaba la atención el denso cuadro de comisiones y estructu­ ras. El trienio se iniciaba en un clima de indudable expectación, como el que, salvadas las distancias, se vivía en la Iglesia, que en aquellos mismos días estrenaba pontífice en la persona de Pablo VI, todavía felizmente rei­ nante. El nuevo provincial tuvo una intervención hablada en el capítulo para dejar sentado que trabajaría con todas sus fuerzas, sobre todo en lo tocante a casas de formación, reorganización del apostolado, ayuda po­ sitiva a las misiones y en el problema de la desmembración de la provin­ cia. Días más tarde, y por escrito, se haría eco de la prioridad concedida al nuevo seminario, que podría albergar al mismo tiempo a la enfermería pro­ vincial y al profesorio de hermanos. Haría una llamada a la adaptación al tiempo presente, permaneciendo fieles a la sustancia de las virtudes fran­ ciscanas, más que al modo de practicarlas. Daba orientaciones para con­ certar vida regular y vida apostólica; la primera, insustituible pero con revisión de horarios y actividades; la segunda, renovada, para bien de las almas y para ganarse honradamente la vida. El enfoque era nuevo, e iba derecho a la renovación. El lenguaje, también, porque resultaba realista y sin concesiones a la literatura. El porvenir tendría la respuesta. 2. Contexto del trienio Ahora bien, este programa iba a estar condicionado por una de las mayores espirales de cambio de la historia, desencadenada en la sociedad civil, y que repercutía hondamente en la religiosa. El movimiento litúrgico había cristalizado en la primera etapa del concilio en la constitución sobre la liturgia, que obligaría a desplazar mu­ chas imposiciones de nuestros libros ceremoniales y manual y que exi­ giría a los religiosos profundas revisiones en la celebración de la liturgia y en

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