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58 Capítulo I — Cinco lustros lizado en moral y derecho, puntal de la tradición y de la austeridad, cuer­ po menudo y cetrino, con gana de intervenir en las provincias. Los su­ periores pensaron estudiar con él problemas inherentes a la marcha general, scomo los ayunos de la regla, el uso de ropa interior en un momento de cambio, el problema de nuestras casas de formación y el del colegio de Lecároz. Creemos que se enfrió no poco su poder de persuasión al escuchar sus «impresiones pesimistas» sobre todos nuestros campos de acción en América; no se salvaba ninguno: Argentina, Chile, Ecuador, Aguarico. Los superiores de la provincia habían visitado dichos territorios, sobre todo, los de Ecuador. En 1961 los había visitado detenidamente el P. Florencio. No estamos trazando el juicio histórico del procurador de la orden; aun­ que sí podemos afirmar que, no obstante su larga permanencia, no influyó en las determinaciones de la provincia. Las soluciones llegaron por vía distinta de la preconizada por él. Y tenemos la impresión fundada de que se acertó. A pesar de sus opiniones, se intuía que aquel hombre navegaba en su interior por otras aguas, y vivía transido por preocupaciones dejadas en Italia. No buscamos puentes de casualidad, pero debe recordarse que el año 1962 fue el año de los sucesos de Mazzarino (Siracusa), a causa de los cuales la orden fue traída y llevada con menosprecio en la prensa mun­ dial, «pues la fama de esta causa se ha difundido en todas partes y en cierto modo todos han estado complicados y todos han tenido que devo­ rar no pocas afrentas». Fue declarado año de expiación para la orden. Se solucionó, declarando inocentes a los religiosos. Más complicado si cabe, fue otro incidente, en el que la procura general se vio envuelta en un rui­ doso proceso inherente a una banca privada italiana. 7. Vida apostólica El P. Florencio había trabajado con sinceridad para encarrilar el apos­ tolado. Pero el problema se parecía a un enfermo, al que se le oscurecía la existencia. Es cierto que un nutrido grupo de religiosos viajaron en 1960 a Buenos Aires para una de las experiencias misionales más gigantescas en toda la historia de la Iglesia. También participaron en otro intento so­ brehumano, la misión de Barcelona en marzo de 1961. En el congreso de

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