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Trienio 1960-1963 55 Cada uno tenía su cuadro clínico propio; pero a la hora de la solución se interferían. Se les clió solución adecuada, cuando se marginó toda inter ferencia. Por lo que toca al seminario de Alsasua, se trataba de no perder el ritmo de las vocaciones, de acomodar el plan de estudios al fijado por el estado, y no sólo con una adaptación de segunda línea, «colegio aco modado», sino con la implantación total de los estudios oficiales, colegio reconocido para impartir el bachillerato estatal. Se jugaba una carta no sólo de prestigio, sino de supervivencia. Ahora bien, esta acomodación suponía una estructuración completa de las humanidades, pasar de cinco años de formación esmerada, pero libre, a siete cursos con programas ri gurosos y bastante alejados del patrón, ideado para los estudios eclesiásticos. El proyecto chocaba desde su salida con problemas de ubicación, de personal, de riesgo. La provincia no regateó medios para salir airosa de la encrucijada. Se nombró una junta, presidida por un definidor para que realizase consultas y coordinase soluciones. Fruto de la opinión de los re ligiosos fue la determinación definitorial de separar netamente la solución del seminario de cualquier otra coincidencia. Así el 31 de agosto de 1962 el definitorio provincial acordó «ampliar el seminario seráfico de Alsasua para que puedan instalarse en él cómodamente unos 340 alumnos, divi didos en un curso de ingreso y siete de humanidades». La solución era ambi ciosa. Luego se soñaría en los detalles: Los cursos primero y segundo tendrían dos grupos o secciones y se instalarían aparte; en otro pabellón, los cursos tercero, cuarto y quinto, y en otro distinto, los cursos sexto y sép timo, con celdas individuales. Todo estuvo preparado para encargar los planos; aunque se dejó correr algún tiempo precisamente porque desde el ministerio de educación nacional no quedaban perfectamente configurados todos los extremos de los centros reconocidos. De hecho, después de algunos años vendría una nueva regulación de la enseñanza, que daría por el suelo con estos planes elevados; más adelante tendremos ocasión de tratar este dato. Pero es necesario consignar que la solución inicial y radical entonces adoptada fue y sigue siendo válida. El colegio de Lecároz había comenzado por este tiempo a vivir pro blemas específicos, bien distintos de los de Alsasua. Eran problemas nue vos de formación humana y religiosa, que no rimaban con los principios tradicionales de aquel centro, y con la evolución de la juventud de cualquier
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