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Trienio 1957-1960 41 sobre todo para urgir la legislación de la Iglesia en torno a ella; adelanta­ ba la urgencia de formación de personal, tanto para la docencia como para el apostolado y anunciaba cierta apertura de cara a la asistencia a cursos de preparación especializada. En línea de iniciación, anunciaba la apertura de una Escuela profesional de hermanos, con unas metas bien claras para la formación cultural, religiosa y profesional de hermanos. Programa com­ plejo, y con deseo de vivir al día. Aún los temas conocidos adquirían cierto tono nuevo. Programa nada fácil, ya que en el contexto eclesial prevalecía la tra­ dición, se recelaba de las novedades y no surgían todavía voces de van­ guardia. Los últimos años del pontificado de Pío X II, el final del genera­ lato del P. Benigno de SantTlario Milanes, y el capítulo general de 1958 corroborarían esta impresión. El día 11 de febrero de 1958 se dirigía Pío X II a los superiores generales y comentaba con más energía que nunca el peligro de las «novedades» y recomendaba el apartamiento del mundo, la sabiduría y prudencia evangélicas, la observancia de la regla y la fir­ meza en el gobierno de los súbditos. No es de extrañar que, visto ahora en lontananza, se agigante en cierto sentido la figura del histórico pon­ tífice, pero al mismo tiempo vaya consolidándose la idea de que nunca será contado entre los papas innovadores. Parece que le disgustaba la novedad hasta por estética. En este contexto, todavía global y sin matices, debe ser entendido el comienzo de este trienio y de este programa, que acabamos de resumir. 3. Visión global del trienio El P. Florencio asistió al capítulo general de 1958. No viajó al exte­ rior en visita de casas, de custodias o de misión, sino que dedicó los tres años a promover la evolución de la vida religiosa de nuestros conventos. Realizó en momentos oportunos las tres visitas canónicas a los reli­ giosos, urgiendo con cierto rigor las normas establecidas sobre salidas fuera del convento y sobre los viajes. Luego se fueron suavizando un tanto dichas normas, y al final del trienio se llegó a reglamentar las vacaciones anuales de todos los religiosos. Supuesta la estancia forzosa en el convento se dejó

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