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420 Capítulo V I I — Actividad en ultramar 4. Nuestro apostolado En la única parroquia, S. Marcos, que existía en la ciudad hicimos una labor eminentemente tradicional: Sacramentalización, cultos diversos con las distintas asociaciones, misas, etc. En esta línea pudimos captar muy pronto el agrado de los fieles por la esmerada atención. Idéntica labor, a nivel de barrio obrero, se realizó en una pequeña capilla existente en una población de militares de baja graduación, obreros de ferrocarril y que muy pronto se vio absorbida por los miles de chabolas levantadas por in­ migrantes del salitre. El problema básico, dentro de un rico catolicismo popular, era la ignorancia religiosa, fruto de una educación escolar impartida por maes­ tros en su mayoría masones «a ultranza» y sectarios de los tiempos de la ilustración francesa. Aparte de esto no se puede olvidar la proliferación de innumerables sectas protestantes, unas de indudable valor espiritual, otras de dudoso actuar e incierto porvenir. Ante esta situación demográfica y ante la realidad religiosa optamos por las siguientes líneas pastorales: a) Atención intensa a los católicos practicantes, un cinco por ciento, por los medios tradicionales: eucaristía, sacramentos, culto en la iglesia, cofradías y asociaciones católicas. Afortunada fue la intervención del coro que formó el P. Gregorio Casajús. b) En plan de evangelización, nos introdujimos en la emisora local de «Radio El Morro». Nos dieron amplias facilidades. Todos los sába­ dos se hacía una emisión religiosa, variada e interesante, destacando el empeño del P. Venancio. Todos los domingos, festivos y el mes de María se transmitían las misas y predicaciones, emisiones que el público las acogió con verdadera ansia y placer. Técnicamente obtuvi­ mos buenos resultados y pastoralmente se sembró bastante inquietud. c) Pero estimo que la labor más importante y quizá la que más dificul­ tades entrañó fue la enseñanza religiosa en los distintos centros es­ tatales de educación. Gracias a la directa intervención de la Sra. Gra­ ciela Letelier, esposa del presidente de la república, y del ministro de educación, se logró vencer la obstinada negación de subalternos de la educación, connotados y activos miembros de la masonería. Fue

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