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Secciones filiales 399 A principios de la década de los sesenta, la ciudad había iniciado una nueva etapa en su desarrollo mediante la implantación en ella de varias industrias, que absorbían el excedente de población agrícola. Un dinamismo nuevose notaba en ella. La población miraba con más seguri­ dad hacia el futuro. Había más dinero y los padres comenzaban a preo­ cuparse con mayor interés en estudios más completos para sus hijos. De ahí la necesidad de un colegio que impartiera el bachillerato. Y se pensó en habilitar para ello la parte del convento, recientemen­ te renovada, con salida a la calle Aragón. Cuatro aulas, un gabinete y sendos despachos para el director y los profesores constituyeron la base material del centro. Después de muchos tanteos y delicadas gestiones, el colegio fue aprobado oficialmente durante el curso 1963-1964 (decreto del 15 de enero de 1964). E l curso anterior, 1962-1963, había funciona­ do, pero no como oficial. Como el inmueble era reducido (24 alumnos por aula, aun cuando hubo ocasiones en que se juntaban hasta 34), la situación era penosa. Se pensó en ampliar la capacidad del centro. Incluso se pensó en levantar uno nuevo en la parte sur de la huerta del convento...; pero nada se hizo en concreto. Por eso siempre fue bastante exigua la matrícula de alumnos. Se comenzó con 63 jovencitos, en el curso 1963-1964; se llegó hasta 117, en 1969-1970, y se bajó hasta 27, en el último año que fun­ cionó el colegio, 1973-1974. En total han pasado por este centro oficial­ mente aprobado 922 alumnos desde 1963 hasta 1974. Económicamente, el centro siempre tuvo muchísimas dificultades, pues el estado únicamente pagaba a dos licenciados. E l resto debía salir de ayudas del ayuntamiento y de la diputación; se cobraba a los alumnos una pequeña cuota mensual. Viendo la diputación de Navarra la calidad de enseñanza que se impartía, en 1967 amplió grandemente la subven­ ción: hasta 500.000 ptas.; pero debía administrarlas el ayuntamiento. De hecho, éste nombró una comisión al caso, eligiendo al P. Jesús Cía co­ mo secretario de la misma, prosiguiendo así éste prácticamente en su car­ go de administrador del centro. A cada profesor, seglar o religioso, se asignaba un sueldo. A sí quedó resuelto el espinoso asunto monetario, pues el citado organismo provincial conservó anualmente la sustanciosa ayuda. Por el decreto-ley del 22 de agosto de 1970, que reformaba total

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