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382 Capítulo V — Actividad apostólica tienen una proyección apostólica muy diferente: desde la que podemos llamar individual hasta la actuación colectiva. Como ejemplo de esta última está la atención al hogar Pignatelli, hermandad franciscana del trabajo (Za­ ragoza), organización de festivales benéficos, etc. Todos los años se han organizado en la casa de ejercicios de Tudela convivencias o cursillos de iniciación, de profundización y de reflexión a nivel provincial. En la vitalidad de estos grupos no podemos silenciar la labor, en algunos casos maravillosa, de varios seglares. En cuanto a la ayuda que la TO F ha aportado a estos grupos de jóvenes, tenemos que confesar que ha sido muy desigual, y que la mayor ayuda se ha dado allí donde un fran­ ciscano seglar o religioso la ha hecho posible. Con la experiencia de estos años es necesario preguntarnos hasta dónde llega nuestro compromiso con el apostolado seglar franciscano entre los jóvenes. No queremos terminar esta reseña sin ofrecer al lector, ayudando fraternalmente su reflexión, las siguientes precisiones: — «Una orden franciscana sin tercera orden sería una orden mutilada: una casa franciscana que no se extendiera en una tercera orden daría prue­ bas de que no es viviente, y si se hace a ello, habría que decir que falta a su vocación» (Card. Garrone). — La crisis que hoy está atravesando la TO F no es ninguna anoma­ lía; es incluso paralela a la que están atravesando tantos institutos reli­ giosos. Por eso «en la coyuntura postconciliar, las fraternidades francisca­ nas seglares necesitan más que nunca el apoyo inteligente y eficaz de los religiosos franciscanos» (Declaración de los ministros provinciales de la familia franciscana de España y Portugal sobre la tercera orden francis­ cana, 1967). Entre nosotros, como en otras partes, la crisis de la orden tercera coincide con la crisis de directores celosos y competentes. — Particular preferencia nos merece el campo generoso de la juventud. En ella está el futuro inmediato de la sociedad, de la iglesia y también de todo movimiento franciscano. Hacia ella debemos extender con predilec­ ción nuestros esfuerzos, ofreciéndole con sencillez el testimonio convin­ cente de nuestra vida franciscana y la riqueza de nuestro carisma evan­ gélico. Y no por un afán interesado de supervivencia, sino por imperativos de evangelización.

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