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32 Capítulo I — Cinco lustros nitario de la salmodia. Esta elevación litúrgica era por aquellos años meta importante de nuestro ministerio, como consigna del superior mayor a los superiores locales y a quienes dirigían escolanías y colegios. Además de las visitas del padre provincial es obligado consignar tam­ bién las visitas que el P. Benigno de Sant’Ilario Milanese, ministro general, giró a la provincia. Hemos aludido a su presencia en España, para presidir la reunión de provinciales de 1955. Igual gesto tuvo al año siguiente con dicha reunión ya institucionalizada, y que en el mes de agosto se reunía en nuestro colegio de Lecároz. La visita del padre general tuvo carácter paternal y amistoso. En apretadas jornadas visitó la provincia de sur a norte, comenzando por Zaragoza y terminando por Fuenterrabía. No pudo tratar a fondo problemas nuestros, pero al menos pudo quedar enterado de nuestra situación. La mayoría de nuestros religiosos tuvo la oportu­ nidad de recibir su bendición y de escuchar sus consejos paternales. Des­ de 1939 no había visitado la provincia ningún ministro general, y este dato ponía expectación en la visita. Cuestión bien distinta es la siguiente: ¿Hasta dónde este ministro general captó la situación de las provincias de España, cuyas reuniones de provinciales presidió dos años consecuti­ vos? Parece que la historia no pondrá de relieve su eficacia, cuando juzgue su actuación en dichas reuniones. Acompañó en estas visitas al ministro general el P. Pascual de Pam­ plona, que representaba a las provincias de España e Hispano-América des­ de su designación papal de 1946, en calidad de definidor general, cargo en el que continuó hasta 1958. Esta presencia del P. Pascual en el gobierno supremo de la orden sirvió de eslabón para el tratamiento de los problemas de la provincia, lo que en manera alguna quiere decir que se convirtiera en patente de privilegio. Debido a esa presencia llegaron a la provincia obligaciones nada ligeras. No es momento para formular un juicio sobre su actuación en relación con los problemas de la provincia o de la cir­ cunscripción, a la que representaba, y mucho menos, de cara al gobierno de la orden. No le faltaban exquisitas maneras, y las empleaba, aunque no todo termina en el fino tacto y en la diplomacia. A su tiempo haremos mención de otros religiosos, que han ostentado el mismo cargo en el definitorio general. Aprovecharemos esta ocasión para recordar a los que han llegado a residir en la curia general, con cargos de responsabilidad o de servicio. Al mismo tiempo que el P. Pascual, lie-

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