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334 Capítulo V — Actividad apostólica gró penetrar en los diversos núcleos diseminados por la comarca y con­ siguió vencer poco a poco la hostilidad, inspirada unas veces en ideologías antireligiosas y otras en prejuicios sociales fuertemente arraigados en las clases trabajadoras. La simpatía, la sinceridad y el desinterés del P. Rai­ mundo fueron llegando a todos los hogares. Los españoles acudían a él para que les solucionase los problemas más diversos, desde un contrato de trabajo hasta la búsqueda de una vivienda o la consecución de un pasaporte para retornar con tranquilidad a España. Dedicó una atención especial al socorro de los más necesitados, repartiendo cuantiosas limosnas en metá­ lico y en género. Así consiguió que los españoles le aceptasen también como sacerdote. A los pocos meses de su estancia en la región había organizado un grupo de cristianos practicantes. Decía misa y predicaba todos los do­ mingos en Orthez y Pau. Los martes daba una conferencia religiosa y los jueves tenía una reunión sobre temas sociales en Pau. En 1964, cuando estaba ultimando un ambicioso proyecto, «La Ciudad de los emigrantes», moría trágicamente en accidente de coche. Volvía de España adonde había venido acompañando a un exilado político, que tenía miedo de retornar solo a la patria. Era el 23 de agosto de 1964. La segunda etapa se inició en octubre de 1968. El P. Miguel Juanico- tena había encomendado a los padres Javier Azcona y Lucio Aranguren que organizasen la misión católica en Saint-Etienne. Los religiosos comenzaron su trabajo localizando a las familias españolas y visitándolas en sus domi­ cilios, conforme iban consiguiendo nuevas direcciones. Muy pronto, por deseo del señor obispo, se dividieron el campo, quedando el P. Javier Azcona en la parroquia de Saint Ennemond de Saint-Etienne y el P. Lucio en la zona de Chambon-Faugerolle. Se percataron que les había tocado una parcela difícil. En la región de Loire, cuya capital es Saint-Etienne, había unos 7.000 españoles, trabajadores de la industria y de la construc­ ción. El ambiente que respiraban los emigrantes era enrarecido. La pre­ sencia en aquella región de unos seiscientos exilados políticos, bien arrai­ gados y largamente formados en la lucha obrera, les daba un ascendiente sobre el resto de emigrantes que acababan de dejar unas provincias de­ primidas. La mayor parte provenían de Andalucía, Extremadura y Gali­ cia. Entre los grupos más numerosos, mejor organizados y más formados estaban los comunistas. Es de suponer que las relaciones de la colonia española con el consulado de Lyon eran francamente hostiles. Por un lado los exilados no reconocían al consulado por representar a un gobierno que

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