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332 Capítulo V — Actividad apostólica I V . P e q u e ñ o s m in is t e r io s Junto a las misiones y ejercicios, que encabezan el ministerio extraor­ dinario de la palabra, no sería justo silenciar otros ministerios. Se dice que son de tono menor, servicio humilde y sin relieve humano, pero de indu­ dable eficacia en conventos, pueblos y parroquias. Este capuchino peregri­ nante ha podido ser presentado como personaje de parodia y de retablo. La verdad es que ha protagonizado incontables historias edificantes y ha servido de instrumento de la gracia sobre regiones enteras. El consejo de apostolado estudió su problemática en la reunión de Lecároz de 1957, cuando ya se inciaba el declive de los mismos. En el boletín oficial aparecen todos los años datos estadísticos, recogidos en cada convento; pero no son completos, ni llegan a poner de relieve el sen­ tido profundo de los mismos. Es necesario superar la estadística para apreciar este apostolado de tono menor. No resulta mérito pequeño caminar a pie, a golpe de sandalia, en tiempo de calor o de intemperie; esto ya no se conoce; pero era nor­ mal en la década de los cincuenta. Añádase las largas horas de confesona­ rio en iglesias heladoras, diciendo palabras de exhortación para mantener elevado el tono cristiano de nuestros pueblos. Ni se debe olvidar que se trataba de ministerios que condenaban al religioso a celebrar lejos de la intimidad conventual las fiestas más entrañables del año. Este ministerio contiene una historia soterrada que jamás será aprecia­ da, porque jamás aflorará a la superficie. El perdón, el alivio espiritual, el consejo, la orientación y la perfección de las almas no caben en cifras ni en relatos. Tampoco es fácil calcular cuántas vocaciones fueron suscitadas por Dios a raíz de esta presencia capuchina en los pequeños pueblos. Ha sido norma que todos los sacerdotes en activo estuviesen a dispo­ sición del superior para atender a las peticiones de las parroquias. Los profesores de los seminarios dejaban sus tareas para acercarse al apostola­ do directo de la gente en las principales fiestas del año, y en las solem­ nidades con más raigambre entre los fieles, por ejemplo en la fiesta de las Hijas de María de mayo, o en la del Sagrado Corazón. Esta presencia ministerial del hermano clérigo y la del hermano limosnero explican en

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