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Ministerio de la palabra — Ejercicios 331 I I I . LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES Los hemos hecho y dirigido en nuestras comunidades. Ha sido minis terio común predicarlos a religiosas. Lo mismo al pueblo en momentos fuertes, en forma de ejercicios abiertos. Pienso que no pueden llamarse ejer cicios «puros». Estos han sido monopolio de la Compañía hasta tiempos actuales. Por iniciativa de don Rufino Aldabalde se amplió el panorama, y se comenzó a pensar que «el libro de los ejercicios es un tesoro de la iglesia universal, lo mismo que el rosario o la suma de santo Tomás. No ha de ser exclusivo de una orden religiosa». El curso citado y celebrado en Estella de 1950 marca un hito impor tante en la inquietud de la provincia. Lo dirigió don Angel Suquía y el libro de san Ignacio fue explicado por primera vez entre nosotros en su totalidad. Lo escucharon unos 40 religiosos. En el curso sobre problemas de pastoral, celebrado en Estella en septiembre de 1967, el jesuíta P. José María Laborda volvió a explicar el texto ignariano, enmarcando su conteni do dentro de la historia de la salvación. En los años, en que se impartió en Tudela el curso de pastoral, 1966-69, se estudiaba este tema en doce lecciones. Añádase la preocupación de muchos religiosos, que asistieron a cursos especializados de mucha categoría. En este clima llegaron a formarse casi dos docenas de religiosos, que en estos 25 años han dirigido tandas de ejercicios. Sus nombres han sido cotizados en las carteleras de las casas de ejercicios y han atraído a muchos ejercitantes. Todavía hoy, cuando es notoria la recesión de este ministerio, siguen apareciendo nombres capuchinos en la celebración de tandas en casas diocesanas. La provincia soñó durante bastantes años con abrir una casa propia. Siempre surgieron dificultades; poco más tarde, ya no fue necesaria. Este ministerio ha sido un elemento positivo en el sector de nuestro apostolado de la palabra. Se apartaba de moldes tradicionales; ofrecía riesgos. Pero se acertó, en términos generales, y se abrieron rutas nuevas al celo de muchos religiosos, quienes así enriquecieron nuestro apostolado.
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