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Ministerio de la palabra — Misiones 327 5. Método y estilo de nuestras misiones Al iniciar la reseña de este apartado, hay que destacar dos hechos innegables: la aceptación de nuestras misiones por obispos y sacerdotes con singular aprecio, y el entramado de nuestro sistema misional. La técnica, los recursos y la vertebración de los mismos no los aprendieron en ninguna escuela, sino en la herencia de nuestros mayores, sin descar­ tar el cambio social y las orientaciones pastorales de la iglesia. Es inne­ gable que nos hemos ido renovando paulatinamente en la forma y en el contenido. Las misiones de la década de los años 60 se distinguen mucho de las anteriores, y la misión de Pamplona de 1954 sorprendió por temá­ tica y realización a otras órdenes, que conservaban su sistema rígido de tiempos pasados. De haber seguido nuestra trayectoria, hoy tendríamos experimentado un programa nuevo de evangelización. Pero llegamos a metas muy aceptables sólo para años atrás, no para hoy. Todo quedó en pura orientación esquemática por inhibición y desinterés de quienes de­ bieron plasmarlo en la realidad. Era necesaria la colaboración de todos, desde los profesores de ciencias eclesiásticas hasta los misioneros en acti­ vo, contando con el ambiente general de la provincia. Nuestras misiones de 15, de 10 o de 8 días se han organizado en torno a una idea central: el sentido de la vida humana, el destino trascendente y la salvación eterna. Sermones, catequesis, conferencias, instrucciones particulares, cánticos, voces de llamada se referían a conseguir esta meta final, a través de una vida acordada con la voluntad de Dios, con la con­ versión actual y rectificación del pasado y con un plan para el futuro a fin de vivir una vida nueva en Cristo, conservando la gracia de Dios, garantía y camino único de salvación. Salta a la vista la cohesión de todos los temas de la misión, cómo se engarzan y complementan, llegando a for­ mar un entramado de férrea lógica. Los pueblos lo entendían, lo vivían y se rendían. En muchas ocasiones oímos: «Aquí no hay escapatoria. Todos los cabos están tan bien atados que no queda sino cerrar los oídos y mar­ charse, o rendirse sin reservas». Muchos sacerdotes decían: «Es una táctica perfecta de ruptura de frentes. ¿Dónde la han aprendido? A nosotros no nos han enseñado esto en el seminario». La verdad es que no la habíamos aprendido. Era toda una vivencia heredada de nuestros mayores. No es éste lugar para explicar todo el esquema orgánico de una misión

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