BCCCAP00000000000000000000143

Ministerio de la palabra — Misiones 315 2. Equipo misionero en la provincia Con una presentación, que quiere ser historia objetiva y real de la activi­ dad misional tan brillante durante varios años, antes de entrar en las cam­ pañas realizadas, no estará de más hacer una referencia al personal que las protagonizó. Puede decirse que no se trató de un equipo organizado, sino de un número elástico de «espontáneos», que sin más requisitos que su ilusión y su entusiasmo, se dedicaron a él, como en otras circunstancias se hubieran dedicado a otra clase de predicación. ¿Su escuela? ¿Su prepa­ ración técnica y específica? No fue otra que la observación atenta de lo que hacían los veteranos en el oficio, avanzados en estas lides, y a los que en sus primeras salidas acompañaban como «segundos». Esto y muy poco más. ¿Quién no recuerda sus primeros escarceos? Comienzos ilusionados, pero nerviosos, hasta ponerse al corriente de toda la variada gama de tácti­ cas, de recursos, de captación, de temas, de slogans, de cánticos, etc., hasta asimilar toda la técnica de la misión como ministerio de la palabra, centra­ do en su finalidad específica de llamada a la conversión. Es cosa bien sabida que en la distribución del personal de la provincia nunca tuvo lugar prioritario el apostolado directo. Siempre quedaron para la predicación los que, una vez cubiertos todos los demás puestos (cargos provinciales, superiores locales, profesores de seminarios y colegios), no eran necesarios en otros ministerios. Consigno este hecho, que creo fue una realidad desde siempre, porque ha sido en los años que reseñamos la preocupación de cuantos veíamos horizontes para un número mayor de religiosos, a la vez que comprendíamos que se iba haciendo ineludible la renovación de las misiones y el relevo de personal. El equipo de misioneros, el grupo de religiosos protagonistas de las campañas misionales en el pe­ ríodo en auge de este apostolado, funcionó a golpe de ilusión y buena volun­ tad. Por lo demás no se puede tampoco olvidar que nunca hubo una escuela de apostolado misional ni siquiera un libro de guía, como el libro de san Ignacio para los ejercicios. No podemos menos de consignar también la labor entusiasta de las juntas de predicadores, después consejos de apostolado: su empeño por reclutar misioneros, para atender a las llamadas que llegaban de todas partes; su labor de búsqueda y gestiones de misiones en épocas del año en que las llamadas escaseaban, etc. Ni podemos silenciar las dificultades

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz