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298 Capítulo I V — Casas de formación para que ellos la impartan después a los candidatos. El problema no es sencillo. Gracias a la buena voluntad y al esfuerzo de algunos candidatos ya mayores, junto a las del hermano encargado, poco a poco, pueden montarse en el convento talleres adecuados. Injusto sería no poner aquí sus nombres: Fr. Gregorio Rejas, Fr. Santiago Lora, Fr. Manuel Gurbindo y Fr. Toribio Cabeza. Ellos, junto con Fr. Angel María Vizcay, son, a través de la exis­ tencia de la Escuela profesional, quienes llevan el peso principal en el aspec­ to profesional. Acuden pacientemente a talleres de la ciudad o asisten en casa a clases de técnicos especializados. Y aparecen los talleres de mecá­ nica (año 1959), encuadernación (año 1959), sastrería (año 1960), zapate­ ría (año 1961), carpintería (año 1961) e imprenta (año 1963). Pero la encuadernación muy pronto muere. Y la zapatería sólo es empleada por el hermano-jefe del taller. Ninguna de las dos especialidades llama la atención de los jovencitos aspirantes. Las más solicitadas son siempre la mecánica y la carpintería; pero la sastrería y la imprenta no se descuidan. La escuela sabe de comienzos difíciles, en lo que todo está por hacer (1957 y 1958), goza de relativo esplendor en su funcionamiento (1959- 1965), conoce el declive (1966-1970) y prácticamente muere (1971). La disminución de vida cristiana, el diverso modo de enjuiciarla, la elevación del nivel de vida y la facilidad de acudir a centros profesionales son las cau­ sas de la disminución de vocaciones para hermanos, muy similar a la corres­ pondiente para sacerdotes. Desde un principio existen tres personas claves en la dirección de la escuela: director, encargado, responsable principal de las clases de cultura. La función principal del primero es la dirección general y la formación cris­ tiana y religiosa de los alumnos. El segundo les asiste y orienta en la edu­ cación humana, conviviendo con ellos en los recreos, paseos y comidas. El profesor o profesores, según los años, se cuida, sobre todo, de la parte cultural. Los jefes de taller, imprescindibles en el aspecto profesional, enseñan teórica y prácticamente a los alumnos el aprendizaje del oficio correspondiente. El número de alumnos es muy elástico, pues existen años en los que hay muy pocos, y otros, en los que rebasan ampliamente la veintena. En el periodo que analizamos (1957-1971) pasan por el centro 158 candi­ datos, de los que 112 no tienen, al ingresar, diecisiete años; 17 no alcanzan los veinticinco, y 29 los sobrepasan. Se vive en la escuela espíritu de fa

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