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294 Capítulo IV — Casas de formación período que historiamos. Una educación concebida hacia adentro, como interiorización de fe, como práctica firme de observancia regular, como adiestramiento de una vida capuchina seria. Citamos algunas líneas signi­ ficativas de este espíritu: «Tampoco les está permitido hablar con los demás religiosos de la familia conventual; mas, si son preguntados, res­ pondan brevemente lo que exige la buena educación religiosa y la cortesía. Si tienen necesidad de conversar con algún religioso, pidan permiso a su director o al que haga sus veces... No se les permitirá leer periódicos, ni revistas y publicaciones políticas; ni se les hable, en general, de cuestiones de esta índole, por ser esto causa de muchas distracciones y otros inconve­ nientes» (nn. 591. 593). Haríamos una interpretación tendenciosa si pusiéramos el énfasis destacando normas de este género que, en realidad, quedaban humanamente interpretadas en toda la dinámica de la vida co­ munitaria. Por otra parte, y en honor a la perspicacia de los educadores que estuvieron al frente del colegio de teología, hay que decir que diversos preceptos del Manual quedaban superados inteligentemente por el mismo avance de los años. De cualquier forma, el Manual es profundamente signi­ ficativo de una mentalidad que a distancia cronológica de no muchos años ha quedado en una increíble lejanía. La práctica de las constituciones estaba a la base de la educación de nuestros religiosos. Se sostenían los maitines nocturnos, y el horario fuerte de la oración por la mañana y por la tarde. En 1957 la comisión interpro­ vincial para la elaboración de la «Ratio Studiorum» elevaba un voto a los su­ periores generales para que los estudiantes fueran dispensados de los maitines nocturnos en razón de su vida de estudio. El colegio, vuelto hacia sí mismo, sin la dispersión surgida posteriormente por motivos de inser­ ción pastoral y otras causas, tenía en su propio orden su fuerza y su cohesión. El ideal misionero ha sido uno de los ideales que más vivamente han polarizado el entusiasmo espiritual de nuestros jóvenes. La misión de Kansu (China) había sido anteriormente un reclamo de fervor para las genera­ ciones precedentes. En 1952 son expulsados de China los misioneros. En el colegio hay una liga de oración «pro Kansu» y los estudiantes editan a multicopista el pequeño boletín Pingliang para fomentar la oración por Kansu, principalmente entre las religiosas. La academia misional se dis­ tinguía, entre todas por el carácter vivencial que quería imprimir en sus miembros. Justo es reconocer en este lugar el fervor misionero que supo grabar el P. Lázaro, escritor especialista en la materia.

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