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282 Capítulo IV — Casas d e formación El año iba jalonado por los ejercicios espirituales de San Ignacio dis­ tribuido en cuatro semanas o etapas en armonía con los tiempos litúr­ gicos, comenzando la primera semana de Adviento. La clave de la formación del noviciado era la oración, sustentada desde el exterior por los procedimientos y ayudas posibles. Cada novicio tenía el «Cuaderno de María», donde anotaba a diario un punto de examen particular, el propósito y la flor espiritual. Y todo ello se mostraba al maes­ tro. Este era el uso, y variando matices, esta línea de noviciado de separa­ ción de los seglares, oración e interioridad, ascesis fiel día a día, apertura al Maestro, era lo que hemos llamado el noviciado «clásico». El P. Rodríguez tenía un amplio magisterio con su «Ejercicio de perfección cristiana»; pero más saboreado por los novicios era don Colum­ ba Marmion, que el padre maestro leía y del que suministraba suficientes ejemplares a los novicios. Sobre la devoción a María, esclavitud mañana..., puede fácilmente calcularse. Esto era el noviciado, año muy especial por muchos conceptos, año unas veces temido, otras mitificado; de cualquier manera, año que dejaba huella. 4. El noviciado posterior 1963-1975 Parece significativo tan largo período del P. Isidro Arbizu para sim­ plificar una época. El noviciado sufre posteriormente una evolución enor­ me, nunca abrupta. El P. Lázaro Iriarte de Aspurz, conocido franciscanista principalmente- te por su divulgado «Manual de historia franciscana» es el maestro de los dos años siguientes (1963-1965). De Sangüesa pasa a Roma, llamado como rector del colegio internacional de la orden. El P. Lázaro que viene con una larga experiencia de educador de teólogos, trata de infundir una pe­ dagogía abierta. El noviciado guarda un molde clásico: oración, silencio, es­ tudio. El trabajo manual en la huerta será en silencio o rezando el rosario. Los novicios mantienen su vida recoleta sin salir al exterior. Prosigue

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