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T udela 229 olvidar a fray Carlos de Arraiz, limosnero sacrificado, que durante muchos años aportó una ayuda insustituible para el mantenimiento de los religiosos; igualmente a fray Melchor Arrondo, que estuvo durante 24 años seguidos al frente de la huerta y de la granja, hasta que en 1953 fue trasladado a Estella. Convirtió la parte alta de la huerta, con intensos trabajos, en tierra feraz, recargándola con 150 camiones de tierra buena, traída de la Azuca rera y extendida personalmente por toda la huerta. En 1935 había ganado la medalla de plata en una exposición de frutos del campo que se celebró en Tudela y a la que aportó uvas de más de cuatro kilos. Al ser trasladado a Estella, traslado que aceptó con ejemplar sumisión, el cronista le rin dió un merecido agradecimiento. El trabajo de fray Melchor no terminó en la huerta. Los hortelanos y gente afecta al convento gustaban hablar con él, recibir sus consejos y sentir la seguridad espiritual que se despren día de sus palabras. La labor apostólica de los religiosos a través del culto y servicio en la iglesia comenzó a decaer a partir de 1957. Las novenas y otras expresiones religiosas habían sufrido la erosión de la rutina y de la falta de nuevas ini ciativas. Así en noviembre de este año el cronista hace constar que el día uno comenzó la novena de las ánimas; pero al cuarto día hubo que supri mir la predicación «por la escasísima asistencia de público». La renovación litúrgica comenzaba a centrar toda la vida cristiana en la eucaristía. En 1959 se obtuvo permiso para una misa vespertina los domingos, decayendo en consecuencia la exposición y el rosario. En esa misma época se iniciaron los primeros intentos de renovación en el estilo de las novenas, ejercicios, etc. La década del sesenta al setenta puede definirse como una década de abandono de formas de expresión cristiana tradicionales y la adopción de las formas nuevas, impulsadas por el concilio. Todo esto el nuevo cam bio socio-económico de la ciudad, unido a las nuevas actitudes religiosas de la gente, iba minando la importancia de nuestro convento en la zona, como foco de vida cristiana. Posiblemente habían concurrido otras causas, que mermaban la ca pacidad de mantenimiento de un alto clima espiritual. Entre ellas habría que citar los cambios repetidos y masivos de los religiosos de la comunidad. Se dice en la crónica que el capítulo de 1951 fue decepcionante para la fraternidad de Tudela ya que cinco religiosos recibieron destino para otro convento. En los años sucesivos se observa un alto índice de movilidad de los religiosos, incluidos los superiores.
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