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220 Capítulo I I I — Fraternidades Desde 1972 comenzó a fenecer, curso tras curso. Como hemos insinuado, actualmente está a disposición de la ciudad para im partir enseñanza general básica, mientras no se cree el centro comarcal, capaz de absorber a toda la población en edad escolar. En todo caso, el gesto fue ejemplar, y los frutos no han sido vanos. Más no se pudo hacer. Nos queda la alusión al capítulo más reciente, envuelto en ideas de re­ novación. La fraternidad ha asimilado en lo posible las consignas, las in i­ ciativas y los acuerdos de la provincia a fin de no estancarse en tiempos pasados y en prácticas ya superadas. Por ejemplo, aceptó y puso en funcio­ namiento el capítulo local, que ha conocido a veces sesiones acaloradas al tratar de defin ir las relaciones de la comunidad con el noviciado y al es­ tudiar el régimen del mismo. Algunas veces ha surgido el tono más elevado al tratar de llevar a la práctica acuerdos del capítulo provincial extraordi­ nario. E l hecho capital vivido por esta fraternidad en los últimos años y en conexión con los signos de renovación, ha consistido en el traslado del noviciado al convento de Zaragoza. Este convento le había prestado sede desde la restauración de la provincia en 1899. En 1971 buscaba otro ambien­ te, alejado de la soledad y de la penuria de medios de formación, achacada a la pequeña ciudad, predominantemente agrícola, de Sangüesa. Desde en­ tonces, una venerable comunidad de religiosos maduros y ancianos habita aquel sagrado cenobio, empeñada en que el convento de san Francisco siga siendo remanso de espiritualidad y de irradiación cristiana. Trabaja en equipo con las iglesias de la ciudad, sobre todo en cuanto al horario de misas, de modo que nunca coincidan en las tres iglesias, y en la unión de las colectas, llegando luego a un reparto por partes iguales. Por otra parte, se deja sentir la migración de los pueblos hacia cen­ tros industrializados. Los medios de comunicación producen su impacto en la forma tradicional de vida de la gente rural. Todo esto no deja de afec­ tar a la existencia de los religiosos. Precisamente cuando se va realizando la apertura y la conexión a las realidades temporales circundantes. Quedan lejos los años cercanos en que todo el convento vibraba de entusiasmo y se remozaba ante el acontecimiento más popular de estos lustros: la cele­ bración del séptimo centenario de su fundación, cuyo pregón era lanzado en otoño de 1966. Pero otoño no quiere decir ocaso, n i se puede perder

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