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218 Capítulo I II — Fraternidades ábside y los altares, se comunicó la iglesia con el bello claustro y se escogie­ ron imágenes para el renovado ábside. Costó la obra 230.000 pts. Poco más tarde, en 1969 se completaría el raspado ventanal gótico del ábside con una bella vidriera, que costó 150.000 pts. Se dotó también al conjunto con un equipo de megafonía. N i han sido menores las obras de mantenimiento o de nueva planta, realizadas en el inmueble conventual. En 1951 se instalaba el teléfono, al precio de 75 pts. La cifra es significativa, comparada con el tiempo que tarda y los miles que cuesta en la actualidad dicha operación. En 1961 se reformaron dos pabellones, sur y este, con un presupuesto de 254.000 pts; se dedicó el último a colegio para los niños de la ciudad. En mayo de 1965 entró en el convento el primer aparato de televisión al precio de 24.000 pts. Entre 1968 y 1969 se llevó a cabo la reforma completa del pabellón oeste, incluyendo calefacción, con un costo de 3.260.000 pts. Por el mismo tiempo se dotaba al convento de una nueva cocina de gas, 35.000 pts., d i­ versos electrodomésticos, 85.000 pts., una motobomba, 35.000 pts., un motocultor, 95.000 pts. y otros útiles para la huerta. En ju lio de 1973 adquiere la fraternidad un automóvil al precio de 121.500 pts. Esta desnuda enumeración de obras materiales descubre ya un primer elemento de adaptación y de renovación. Aunque es preciso ahondar a niveles más pro­ fundos para captar la realidad de este venerable hontanar de vida fran­ ciscana. La iglesia de san Francisco ha vibrado incontables veces al compás de funciones solemnes, y a diario al ritmo de la frecuencia de sacramentos y de las prácticas de las asociaciones. Buena parte de la ciudad se gloría de pertenecer a la fraternidad seglar franciscana, que ha sido dirigida normalmente por el superior del convento, y que ha celebrado sin inte­ rrupción su característica función mensual, así como alguna salida cada año en plan de peregrinación, de expansión y de mutuo conocimiento. La adoración nocturna sangüesina merecería un extenso comentario. Ha llegado a formar cuatro grupos numerosos, sin contar otros muchos adoradores de honor o pasados a la reserva. Sus vig ilias de los sábados rimaban con los maitines de los religiosos, animándose mutuamente en la purificación espiritual, en el compromiso cristiano y en el aliento hacia una vida más perfecta. Merece también un recuerdo el grupo m isional, en el que se han culti

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