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Trienio 1951-1954 19 bases de la existencia conventual. Este documento se publicó en la provin cia, fue leído por los religiosos; pero se tiene la impresión de que no se le dedicó la atención debida en reuniones, en conferencias y casos, para catc quesis de las comunidades: El tema merecería un comentario más matizado. Se tiene la impresión de que algunas Normas venían anchas a la genera lidad de la orden, y no fueron aprovechadas; quizá contenían demasiadas reticencias y desconfianza; faltó audacia y sobró prudencia en la puesta en marcha; por otra parte se echaron encima circunstancias cambiantes, que las dejaron en buena parte sin eficacia. El segundo acontecimiento se refiere a la celebración del 73 capítulo general de la orden, al que asistirían los padres provincial y Florencio Rubio, custodio primero. Junto con el P. Pascual de Pamplona y los dos comisarios de Argentina y Chile, formarían un grupo de cinco capitulares, vinculados a la provincia. Releyendo las actas de dicho capítulo, se tiene la impresión que fue celebrado con rapidez, para cambiar los superiores mayores. Entró a gobernar la orden el italiano P. Benigno de Sant’Ilario Milanese, y fue reelegido definidor general el P. Pascual de Pamplona. Además del infor me del P. Milwaukee, parece que el asunto más importante de los cuatro que fueron votados por el capítulo fue el referente a la aceptación de las pa rroquias; se adoptaron severas reservas, inspiradas en actos anteriores, que las juzgaban ministerio impropio de la orden. Del corto discurso del nuevo ministro general es de destacar el párrafo que se refiere a la fidelidad a nuestro ser tradicional. Desde nuestro mirador, se divisa el pontificado de Pío X II, aureolado de elevación personal y eclesial, pero no en línea de evolución. Parece que el incipiente sexenio estuvo más propenso a la conservación de dicho ser tradicional que a la adaptación a los nuevos tiempos y a la aplicación de los aspectos más audaces de las normas de apostolado. A pocos meses de su elección, el nuevo general se dirigió el 29 de no viembre de 1952 a toda la orden, denunciando con estilo parenético cierto desviacionismo y un dañoso espíritu de novedades. Se refería por igual a las virtudes humanas, a las dotes humanas y al humanismo, en el que atisbaría el mayor peligro para la orden. Sin nombrarlo, aludía al natura lismo, denunciado por Pío X II en la Menti nostrae, y que tenía como telón de fondo toda la intrincada cuestión teológica del «natural y sobrenatural». Pocos meses más tarde, el 19 de marzo de 1953, se dirigía en nueva
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