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Pamplona — Inmaculada 2 0 1 En 1975 se transforma la oscura sala que servía de frutera en una am plia sala con tres hermosas ventanas. 4. Extramuros en su conmpleja estructura de vida apostólica y fraterna E l inmenso capítulo de obras que acabamos de reseñar marca una evo lución incesante, en parte empuje de vitalidad, en parte acoplamiento a los tiempos nuevos. Nuestra fraternidad presenta una fisonomía especial, compleja más que ninguna otra de la provincia, y al mismo tiempo armó nica en la unidad que le da el contexto en que vivimos. Apuntar a estas múltiples instituciones que se mueven entre nosotros es entrar en el secreto de esta gran fraternidad. Tradición, ministerio y observancia. Hasta la década del 50 extramu ros ha tenido, en el noble sentido de la palabra, un corte clásico: casa de formación donde la vida religiosa tiene su cauce regular, donde un nutrido grupo de hermanos dan la estampa ejemplar y admirable del capuchino, donde un grupo de predicadores llevan la figura del misionero capuchino. La huerta y la granja, la predicación y la limosna son el sustento de la comunidad. Por otra parte el colegio de teología da el ritmo de la seriedad y de la fidelidad a la observancia. En extramuros hay maitines por la noche con el sacrificio a que obliga. Las cuaresmas son duras. La vida conventual es sencillamente la vida marcada por las constituciones. La regla es inter pretada con bastante rigor, por ejemplo, en el asunto de las prendas de vestir. Se viste pobremente; se pasa frío ; hay disciplina religiosa, auto ridad. La fraternidad — emplear entonces tal palabra habría sido algo desfasado — se compone de tres estamentos: padres, coristas y hermanos, tres estamentos bastante incomunicados. Tomar unas constituciones del tiempo y leer a través de ellas la crónica de extramuros, con esa pizca de sal y sabiduría que hay que poner en las cosas, máxime cuando la ju ventud anda de por medio, no nos alejaría demasiado de la realidad. Sen cillamente, extramuros ha sido una casa de formación, y siempre se ha velado porque estuviera a la altura espiritual que su rango pionero le exigía. Pero el año 50, cuando se van aliviando las penalidades de la guerra pasada, no es todavía la raya divisoria que marca el tránsito a una etapa
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