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Fuenterrabía 185 parte, el m inisterio apostólico, tanto en la propia iglesia, como atendiendo con disponibilidad las peticiones de los párrocos. En la iglesia conventual se cultivaron movimientos apostólicos que no deben ser olvidados. La catequesis, a la que asistía gran parte de la población in fan til de la v illa , atraída por el santo celo del P. Lorenzo de A legría; la obra de los cor- dígeros, que se preparaban para una vida cristiana y franciscana compro­ metida, y que ha desaparecido; los cursillos de cristiandad, atendidos por un religioso en Irú n , lo mismo que una incipiente comunidad de base, expe­ riencias apostólicas ambas que han sufrido muchos vaivenes; lo que se podría afirm ar igualmente de los ecjuipos de matrimonios; en todo caso se trata de obras de irradiación apostólica desde el convento y desde la fam ilia religiosa. N i se deben olvidar la organización de la juventud del barrio de Amute, la fraternidad de enfermos de Irún-Fuenterrabía y la coral organizada y dirigida por el llorado P. Francisco de Lazcano, que con­ taba los triunfos por las intervenciones que tenía. Cuando en 1971 la hum ilde iglesia conventual quedó convertida en parroquia se intensificó el culto y se inició el quehacer pastoral con sus implicaciones burocráticas. Aunque sin cambiar demasiado la fisonomía de la iglesia y de la fraternidad. En ella han desplegado los religiosos su m inisterio penitencial, como por ejemplo el inconfundible P. Francisco de Lizarraga, tan bajito de estatura, como elevado de espíritu, tanto para se­ glares como para sacerdotes. Hasta él se han acercado los habitantes de los caseríos, quizá en reciprocidad de las visitas de nuestros religiosos, por ejemplo, del P. Bernabé de Larraul, para quien estaban abiertas todas las puertas y en cada casa dejaba colgado el saludo franciscano. O tra faceta típica de esta fraternidad es la atención a las capellanías de monjas y de religiosos no clérigos, que todavía hoy se continúa con inten­ sidad, no obstante la incomodidad de los desplazamientos y la exigencia de puntualidad y de fijeza. Son cuatro servicios diarios, y en tiempo de verano, alguno más. N i se puede olvidar otro rasgo que configura la fisonomía de esta fra­ ternidad. La situación privilegiada del convento, cerca de una buena plaza y de plácidos paseos marítimos, lo mismo que su m irador, desde el que se aprecia un panorama lleno de contrastes para pacificación del espíritu, convierte a aquel recinto en casa abierta para el descanso veraniego de muchos religiosos. A llí encuentran no sólo paisaje y descanso, sino tam

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