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10 Capítulo I — Cinco lustros No obstante las dificultades obvias, no renunciamos al tratamiento propiamente histórico de estos cinco lustros de camino y de búsqueda. Sabemos muy bien lo de la perspectiva. Pero sabemos también que la histo­ ria profunda pertenece a quienes la viven y que muchos de sus latidos nunca pasan a documentos escritos oficiales. En este caso concreto, interesan las estructuras, las manifestaciones pluriformes y el gobierno ejecutivo de la provincia. Pero interesa mucho más la relación entre la continuidad y el cambio, tradición y renovación, ritmo normal y aceleramiento. Interesan los impulsos vitales que han afectado a la fisonomía, a la identidad, al alma. Es difícil percibirla y transcribirla, pero no se puede renunciar a la intra- historia. Será imposible llegar a juicios terminados y maduros: ni lo intentare­ mos generalmente. Apilaremos material histórico, entendido en su clima y en su entorno. Ni siquiera lo presentaremos de manera profesional, con abundante aparato crítico. Aunque hacemos constar que siempre se tienen en cuenta el archivo histórico de la provincia, los libros de la curia, y algunos de las fraternidades, los boletines de la provincia y el constante testimonio de los religiosos, que vivieron los hechos relatados. El intento rezumará limitaciones, aunque jamás la parcialidad voluntaria. Historiamos cinco lustros de marcha, pero con los ojos fijos en el porvenir. En la historia que está por hacer, y que será escrita por quienes consigan celebrar el centenario. I. E l trienio del cincuentenario , 1948-1951 No entra en cuestros cálculos historiar todo el curso de este trienio, sino en cuanto preparó la celebración de las bodas de oro de la provincia, su primer cincuentenario, después de la restauración (1900-1950). Regía la provincia un superior elegido en plena juventud, P. Florencio Rubio, 38 años, acompañado en el definitorio por los padres Serafín de Tolosa 54, Ladislao de Yábar 66, Isidro Arbizu 44 y Juan Bautista Leúnda 38,