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Los Capuchinos en la Península Ibérica 105. Bien sabido es el importante papel que, en tan críti­ cas circunstancias, desempeñó el P. Fermín de Alcaraz, de­ signado ya en 1838 Comisario Apostólico de los capuchi­ nos españoles. Bajo su dirección varios de ellos se encami­ naron a Mesopotamia con objeto de dar impulso y vida a es­ ta misión, en 1840, como en su lugar se dirá. Cerca de 70 o más marcharon en diversas expediciones a Venezuela con la in­ tención de restaurar allí las antiguas misiones, por los años 1842, 1843 y siguientes. Y no faltaron otros que igualmente fueron enviados por el citado P. Alcaraz a Guatemala en 1843 para ejercer el apostolado y tratar juntamente de extender por aquella nación y circunvencinas la Orden, con la doble mira de preparar personal para la restauración, según se expondrá opor­ tunamente. Por último, no faltaron quienes tratasen de establecer al­ gún convento en Francia exclusivamente para españoles, a fin de poder llevar a llí todo el rigor de la observancia regular, ad­ mitir en ellos jóvenes decididos, formarlos en el espíritu fran­ ciscano-capuchino y prepararlos para una futura restauración de la Orden. Esa finalidad tuvo el convento de Ustáriz (1842) y el de Bayona (1852), como más adelante se dirá. 4. Régimen. 106. Ante aquella situación tan caótica y tan problemática, que siguió a la exclaustración, se hizo necesario tomar medidas extraordinarias y desacostumbradas. Previniendo esa situación, el P. General Juan de Valencia, español y residente en la penín­ sula en virtud de la bula Inter graviores, que no estaba anulada, envió como delegado suyo a Roma al mencionado P. Fermín de Alcaraz para resolver los asuntos con los otros superiores de la Orden, puesto que los religiosos no españoles, en fuerza de la citada bula, quedaban sujetos a un Vicario general. Cuando el P. Alcaraz marchó a la Ciudad Eterna, todavía no había ocu­ rrido lo irremediable, la exclaustración. Verificada ésta, en vis­ ta del sesgo que tomaban las cosas, la Congregación de Obis- p<ps y Reguladores tomó cartas en el asunto y nombró al P. A l­ caraz Comisario Apostólico de todos los capuchinos españoles, 72

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