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Acción Social de España. Se alude incluso a que los dirigentes franceses juz­ gaban que la vuelta al catolicismo era una capuchinada. Palabra ésta que aparecerá frecuentemente en la historia y con diver­ sas connotaciones. Efectivamente, una visión superficial del contenido de los escritos del beato Diego podría inducir a considerarlo como un predicador descomprometido y ange- lista -usando una terminología actual-, o sólo guiado por una preocupación moralizante. Tampoco sería correcto querer encontrar en él una expresa inquietud por la “justicia social” , entendida ésta en sentido moderno. Sin embargo, analizando sus sermones y escritos impresos, no es difícil hallar pasajes donde se describen o denuncian con valentía situaciones de injusticia. No nos es posible detenernos demasiado en el te­ ma. Por ejemplo, en el sermón predicado en la iglesia de do­ minicos de Málaga —4 mayo 1792—, fray Diego describe con crudeza y claridad la penosa situación existente en Andalucía y denuncia el despilfarro que, en contraste, se permiten al­ gunos privilegiados. Y es allí mismo donde no puede contener­ se y lanza duras invectivas contra los ricos inmisericordes. In­ siste sobre el mismo tema en la alocución a la Sociedad Patrió­ tica de Amantes del País, de Motril, proponiendo como solu­ ción que se facilite al pobre un medio de vida y no contentar­ se con la limosna que nada soluciona (28 mayo 1787). Podía­ mos seguir citando ejemplos que evidencien lo dicho, como su opinión sobre el contrabando, ejercido como único medio de vida en la depauperada Andalucía de su época, una opinión sorprendentemente abierta, etc. Pero, en líneas generales, he­ mos de reconocer que sus escritos muestran más preocupación por combatir la incredulidad ilustrada (véase n° 445). 908. Nos hemos acercado también a otro exponente má­ ximo de la predicación de aquel tiempo, al Padre Miguel de Santander, formado para la misma en el colegio misionero de Toro, desde el que saltó a elevados cargos eclesiásticos. En sus doctrinas y sermones para misión, predicadas por él y que luego sirvieron de manual inseparable a numerosos misioneros, comienza a explicar desde la primera plática las obligaciones del cristiano y del ciudadano. Todo español debe prestar a 441

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