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Acción Social por su cuenta, los frailes se comprometían a orar, atender y servir a la sociedad que les daba cobijo y a la comunidad humana que les recibía en su seno. No importaba que la fun­ dación se realizase gracias a la munificencia de personas pu­ dientes, que retenían en sí y en sus herederos el patronato ju­ rídico del convento, recién abierto. Aun entonces la vincula­ ción social con la villa persistía. Los frailes iban a depender de la misma en muchos aspectos, por ejemplo en la subsistencia conseguida a través de la mendicidad y de la caridad; los natu­ rales depositarían en ellos su confianza, tanto en su religiosi­ dad, como en la oración penitencial y en el trabajo ministerial de los nuevos moradores. 882. Este hecho inicial, con indudable carga social sobre todo en pueblos de escasa demografía, recibía consistencia y visibilidad en la construcción del inmueble o convento. Los re­ ligiosos tenían una larga tradición sobre la forma de habi­ litar sus moradas. Sin remontarse a los orígenes franciscanos de Rivo Torto, la Porciúncula, Le Carceri y la Verna, les bastaba recurrir a su legislación específica, como reforma capuchina, a patir de las constituciones de 1536, para configurar sus casas y modelar su habitat. Es bien conocido que esta primitiva legis­ lación era muy rigurosa en este punto. Alejaba los conventos a una milla y media de la población, buscando más el retiro del desierto que las delicias de las ciudades. Lo que no impedía que se escogiesen deliciosos emplazamientos. Esta distancia se iría reduciendo en proporción directa a la pérdida del eremi- tismo, al compromiso de atención a los fieles y a la ley inexo­ rable de la cristalización del idealismo primitivo y de la rutini- zación del mismo, al ritmo de la vida cotidiana. 883. Nadie pudo decir que aquellos austeros religiosos bus­ casen suntuosas viviendas monacales. Está probado que todas las fundaciones del principado de Cataluña desde 1578 hasta 1618, unas dos docenas, eran verdaderos tugurios, con pared de adobes, techumbre de cañizos sujetados con barro y una distribución insólita que respondía a una vida eremítica pere­ grinante más que a unas exigencias funcionales estables. Junto 429

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