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Apostolado Misionero 724. Sin embargo, los destinados a ella no se desanimaron; antes bien, aun en medio de esa oposición y consecuentes su­ frimientos, siguieron adelante, primero con lentitud y, a par­ tir de 1740, con mayor rapidez. A esto obedeció la separa­ ción de esta misión de la de Maracaibo en 1749, a que, cons­ cientes los religiosos valencianos de no poder atender a todos los indios de una y otra parte, ellos mismos solicitaron del rey la división tan oportuna como necesaria. 725. Por lo que a la de Santa Marta y Riohacha se refiere, todos cuantos en ella trabajaron pertenecieron a la provincia de Valencia; el número de los mismos que fueron llegando en expediciones sucesivas, puede calcularse en unos 134 aproxi­ madamente. Entre ellos deben destacarse Pablo de Orihuela, primer Prefecto o superior al fundarse esta misión, incansa­ ble en su labor apostólica, primero en los Llanos de Caracas y luego en Maracaibo. También Pedro de Minuesa y su com­ pañero Mariano de Olacau, fundadores de los primeros pue­ blos (1716) y acérrimos defensores de los indios y de los de­ rechos de los religiosos; igualmente Silvestre de La Bata, Pre­ fecto y fundador de varios pueblos de indios aruacos; Anto­ nio de Alcoy, Prefecto a su vez; Joaquín de Moratalla, superior asimismo de la misión y reductor de los indios chimilas; Fr. Hilarión de Toledo al igual que Fr. Domingo de Petrés, sabio arquitecto y constructor de la iglesia y convento de capuchi­ nos en Santa Fe de Bogotá. A ellos es de justicia agregar Anto­ nio de Todolella, martirizado por los indios en 1740, y Buena­ ventura de Benifairó, igualmente muerto a mano de los guaji­ ros en 1776. 726. Finalmente, debe hacerse notar que estos misioneros tuvieron en Valledupar un hospicio (1786) para retiro de ancianos y curación de enfermos. Además, en la propia ciudad de Santa Fe de Bogotá fundaron una residencia (1778) cuyos religiosos moradores tenían como destino particular dar misio­ nes circulares en los pueblos de indios ya reducidos y entrega­ dos al obispo. Asimismo establecieron el convento del Socorro donde se llevaba estricta observancia regular, un auténtico co­ 361

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